Texto: Paulina Salgado
Foto actual: Xóchitl Salazar
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

Esa noche de miércoles todas las luces del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris se encendieron sin excepción para recibir a los aficionados de la actuación. Era una de las funciones del Festival Centro Histórico 2016 que se exhibiría en el escenario del edificio ubicado en la calle Donceles 36, justo a un costado de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México.

Una fila de autos impidió por unos minutos el tránsito vehicular sobre la vía empedrada; eran varios de los asistentes que llegaban a la función de teatro. Todos, incluidos los que llegaban a pie o en transporte público, saturaron la banqueta.

Las mujeres ya no llevaban vestidos largos y los hombros descubiertos, como cuando el recinto se inauguró el 25 de mayo de 1918, ahora vestían pantalones de mezclilla, leggins en colores oscuros, blusones, acompañadas de accesorios coloridos; casi todas con zapatos bajos. Los hombres vestían de manera más casual; dejando a un lado los sombreros altos con adornos de plumas de aves del paraíso.

Así, en cuestión de minutos los espectadores ocuparon sus butacas: en los palcos, en la galería, en la luneta y en los asientos generales en planta baja, el primer y segundo piso, para durante una hora disfrutar de la interpretación musical de una compañía proveniente de África.

Y esto es tercera llamada, tercera llamada. ¡Que comience la función!

El telón del Teatro Esperanza Iris, nombre que llevó el recinto durante sus primeros 44 años de existencia, se abrió por vez primera a principios del siglo XX y desde su inauguración fue uno de los recintos culturales más importantes de nuestro país, pues cuando nació todavía no existía el Palacio de Bellas Artes (éste se inauguró hasta 1934).


En la publicidad de la inauguración publicada en EL UNIVERSAL aparece una imagen de la actriz Esperanza Iris autografiada por ella misma

Precisamente, a finales de la Revolución todos los inversionistas salían del país. Sin embargo, una mujer conocida como Esperanza Iris, quien tenía 33 años de edad y una gran trayectoria como actriz teatral, no desaprovechó la oportunidad de hacer su sueño realidad: tener su propio teatro.

Así, compró el entonces teatro Xicoténcatl, el cual se encontraba en decadencia. Y lo demolió por completo para la construcción del nuevo recinto cultural el cual llevaría su nombre. Fue así que el 3 de mayo de 1917 se colocó la primera piedra de la construcción. Ésta estuvo a cargo de los arquitectos Ignacio Capetillo Servín y Federico Mariscal.

El día de la inauguración, la afluencia de gente era tal que resultó imposible caminar sobre la calle de Donceles. El precio en Luneta y Primer Piso Central era de un peso, y en la Galería y el Anfiteatro de 20 centavos, todas estas ganancias fueron donadas a la caridad. También Esperanza Iris, pidió que las plateas de la parte superior fueran apartadas, para que así los familiares de todos los trabajadores pudieran apreciar el estreno de su recinto. Ella quería darles el crédito que todos los artesanos merecían; así que cuando el telón abrió sus cortinas, salieron todos los hombres que participaron en la construcción vestidos con sus mejores galas y sus herramientas de trabajo.

Fue el evento artístico y social de la época. Ese día asistieron el presidente de la República Venustiano Carranza y todo su gabinete. Y por la presencia del primer mandatario, antes de comenzar la presentación se tocó el Himno Nacional. La obra del estreno fue "La Duquesa de Bal-Tabarín”.

La actriz estaba nerviosa y emocionada por la apertura de su teatro. Así lo consignó María Luisa Ross, directora de EL UNIVERSAL ILUSTRADO, en una entrevista que se publicó en este semanario cultural. La conversación duró 10 minutos y se llevó a cabo el día previo a la gran apertura.


Plana de la entrevista que apareció en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1918

EL UNIVERSAL tuvo oportunidad de entrevistar a diversas acomodadoras del recinto, una de ellas ya esta retirada, pero nos contó que era un oficio muy bello, que era precisamente el servir a la gente lo que más le agradaba. Dice que antes las personas se detenían a platicar con las acomodadoras, preguntaban por la función y el elenco principal. Recuerda con ilusión cómo antes todos compraban por “abonos”; es decir, que compraban boletos para toda la temporada, que algunas de las zarzuelas y operetas venían en idiomas extranjeros, como el francés, y que antes para ir al teatro era cuestión de abolengo, siempre vistiendo con las mejores pieles y alhajas en caso de las mujeres, y trajes en caso de los hombres.

Esta mujer llegó a acomodar a personajes muy importantes, como diputados y famosos. También nos contó que, aunque tenía un sueldo, las propinas siempre le ayudaron en su economía y, según el evento, les podía ir muy bien. En alguna ocasión llegó a recibir propina de 50 pesos, comentó de manera muy picara y agregó que en ese momento pensó en dejar de trabajar, porque en aquella época eso era mucho dinero.

Y aunque ya no labora, dijo que le da tristeza que las acomodadoras de ahora ya no sientan el amor y respeto por ese oficio, muchas de ellas son jóvenes que trabajan de medio tiempo para pagar sus estudios y no las critica por eso, pero dice que ya no tienen ese servicio al cliente que años atrás les inculcaban. Los jóvenes no saben recibir ni guiar a las personas, luego por flojera ya no les entregan sus programas y si les llegan a preguntar sobre la obra no saben que sugerencia o comentario decir al respecto.

Pero sabe que muchas veces no es culpa de los jóvenes, sino de las diversas compañías independientes que los contratan y no los capacitan como es debido.

“Pero los tiempos cambian, muchas personas prefieren buscar sus asientos ellas solas, ya no piden recomendación ni platican con el personal, ahora ven la obra y así como llegaron se marchan. Falta pasión económica, personal y laboral”, así lo expresó Teresa Reguera, acomodadora teatral.


La actriz y cantante Esperanza Iris fue fotografiada para varias portadas de EL UNIVERSAL ILUSTRADO, la mayoría eran tomadas por Carlos Muñana, fotógrafo decano de esta casa editorial

Tras la muerte de Esperanza Iris en noviembre de 1962 el teatro fue cerrado y abandonado hasta 1976, año en que pasó a manos de las autoridades capitalinas. Fue ahí que cambió de nombre a Teatro de la Ciudad.

Sin embargo, una tragedia paró la carrera del recinto. El 3 de noviembre de 1984 se incendió cuando se encontraba cerrado por las obras de remodelación; se planeaba su apertura en diciembre pero eso no ocurrió.

De acuerdo con una crónica del siniestro publicada en EL UNIVERSAL una serie de calamidades ocasionaron que se consumieran totalmente los tapices, butacas y alfombras del segundo y tercer piso, lo que dejó pérdidas de cinco millones de pesos.

“Obreros que soldan con descuido, chispas de fuego que incendian el plástico del palco presidencial, un extinguidor que no funciona, llamas que se esparcen presurosas por anfiteatro y galería, depósitos sin agua, trabajadores que salen, que huyen cuando el fuego se asoma por los vitrales destruidos”, enumeraba la crónica.

Aquella hoguera, que era visible a varias cuadras de distancia, se llevó gran parte de la arquitectura, decorado, vidrios y esculturas. Y como el inmueble sufrió problemas estructurales fue cerrado.


EL UNIVERSAL realizo una crónica minuto a minuto del incendio del teatro en 1984

Hasta 1999 las autoridades del Gobierno del Distrito Federal iniciaron un proyecto de restauración que estuvo a cargo de la empresa Prado y Asociados, la cual ya había participado en la primera restauración en 1976.

Durante 2001 y 2002 se realizaron los trabajos. De acuerdo con la Secretaria de Cultura la remodelación se realizó en tres etapas con un costo de 37 millones de pesos. Se reforzaron las estructuras, se redujeron las butacas de mil 500 a mil 300, se restauraron decorados, columnas, esculturas, fachadas y el plafón central, se reequiparon los sistemas de audio e iluminación y el escenario.

Así, el 24 de octubre de 2008 el Teatro de la Ciudad con el nombre de Esperanza Iris reabrió con la puesta en escena “Un Iris de Esperanza”, una gala de opereta y zarzuela. Justo a 90 años de la existencia del inmueble.


En la fachada actual del teatro, en la parte más alta, se encuentra una escultura de la actriz Esperanza Iris

Actualmente, el precio en  Luneta y Primer piso central es de 250 pesos, 125 en el Anfiteatro y la Galería, además de contar con el 50% de descuento a estudiantes, maestros e INAPAM con credencial vigente.

En el interior del teatro se acondicionó una habitación similar a la que habitaba la actriz cuando vivía en el inmueble. Ésta se ubica en el primer piso del recinto y no está abierta al público, sólo se usa para el after de algunos eventos donde ingresan  personas VIP.

En ese espacio están los muebles que la actriz utilizó, algunas de sus esculturas y todo es custodiado por una pintura de cuerpo completo de Esperanza Iris; frente a ella se ubica la puerta de entrada al Palco Central del teatro con vista directa al escenario. Justo como a la actriz le hubiera gustado y como lo expresó en la entrevista que dio a EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1918: “Día a día he ido a mi teatro; he visto cómo se formó; todos sus detalles me son conocidos; todos sus rincones me son familiares. Entre las molduras, sobre los dorados, en aquel recinto que ya amo, flota algo mío”.

Foto antiguas: Colección Villasana-Torres y Archivo EL UNIVERSAL.

Fuentes: Milenios de México de Humberto Musacchio. Consulta del sitio: www.inbadigital.bellasartes.gob.mx del texto: López, Sergio y Julieta Rivas. Esperanza Iris. La tiple de Hierro (escritos 1) INBA-CITRU, Gobierno del Estado de Tabasco México, 2002, y Secretaria de Cultura.

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