Quienes han seguido esta columna en los últimos 10 años, saben que no es mi estilo criticar por criticar, mucho menos ofender o descarrilar proyectos individuales o colectivos. Pero esta semana es inevitable escribir desde la crítica más seca.

Acabo de visitar la peor exposición de imagen que jamás haya visto. Y no estaba montada en una humilde casa de cultura o en un modesto café hipster de la Roma; no, se trata de una exposición fallida en el recién remodelado Centro de la Imagen, allá en la Ciudadela, a cargo de la señora Itala Schmelz.

La expo reúne los trabajos finalistas y ganadores de la última Bienal de Fotografía, hasta hace poco toda una referencia en torno a la imagen contemporánea, de autor y documental de nuestro país. Sin embargo, esta expo es desastrosa, insípida y montada con absoluto extravío.

No tiene significado simbólico alguno, ni semántico y mucho menos contextual; tal como lo argumenta la directora del Centro. Y aclaro, la Bienal es de Fotografía, y debe ser de fotografía, no de ocurrencias. Me sorprende que el jurado nos recete este coctel molotov.

Hace tiempo, muchos pensamos que después de la exitosa administración de Patricia Mendoza, el Centro no podía tocar más fondo que con la gris gestión de Alejandro Castellanos; pero no, ahora la dirección actual del Centro nos demuestra que siempre se puede caer más bajo, y descubro un socavón profundo en este último intento de muestra colectiva.

Al caminar por la galería soy asaltado por imágenes malas, absurdas e inconexas de puro desconocido emergente. No tiene ni pies ni cabeza. Juro que no exagero.

De entrada hay una especie de instalación de Bruno Bresani que coloca junto a una pantalla vertical, una pecera con tierra y arriba con foquitos de navidad, la palabra DESAPARECIDOS. Sé que Bruno es un artista visual, pero esta pieza es hueca, no me dice nada. Quizá se equivocó de concurso.

Pero mientras avanzo la cosa se pone peor, veo por ahí un par de piezas de Pavka Segura que ahora compite con un binomio que podría venderle a cualquier tienda vintage de la Condesa, pero que no tendría por que estar colgada ahí.

Enseguida me encuentro con el único fotógrafo documental que reconozco, y que es Mauricio Palos, viejo alumno mío de San Luis Potosí, con una carrera meteórica, fresca, e interesante que hoy tampoco nos presenta su mejor mirada.

De pronto llego a la sala del primer lugar y me encuentro con una vacilada de Sofia Ayarzagoitia, nacida en 1987 y que actualmente estudia en Madrid, quien nos presenta una serie, según ella, íntima de un sujeto que sostiene una sandía, y que ella misma resume así: imágenes “que a diario me rescatan del sinsentido” y tiene razón, es el puro sinsentido. Mal tomadas, mal editadas y que no transmiten nada. Eso si, se llevó sus 120 mil pesos correspondientes.

Camino y le doy la vuelta a un poste lleno de basura y de recortes de periódico que, según la cédula, es una “video instalación” pero esa al menos no ocupa una pared.

Sólo para documentar el desastre conceptual, les cuento que en esa sala principal hay una pieza de 12 alambres de púas que como única novedad contiene pelos de vaca arrancados en cada alambre. Más basura. Vamos, ni siquiera hay una imagen ahí.

Busco al segundo lugar, y me encuentro con las peores fotografías impresas que he visto en décadas, una serie de Diego Berruecos nacido en 1979, que exhibe 26 gasolineras abandonadas, sin composición alguna, ni narrativa ni nada. El triunfo del choro mareador pues. Pero él también se llevó su cheque.

Ya ni para qué le sigo, por ahí veo pura basura conceptual, más preocupados por el rollo de sus cédulas que por la propuesta visual. Y mientras busco la salida de la casa del horror, me topo con una cortina que me lleva a un pseudo laboratorio con luz roja, en donde sólo hay una caja de papel fotográfico que pretende evocar no sé que estupidez nostálgica.

En descargo de algunos participantes, quizá estos “artistas” se equivocaron de Bienal, y debieron mandar sus obras al INBA para su consideración a la Bienal de Venecia.

Ojalá cuando termine la gestión de doña Itala, los fotógrafos profesionales seamos capaces de rescatar un Centro que ha perdido la brújula. Ustedes disculparan que hoy no hay foto en esta columna pero, claramente, no la hay porque no quiero herir sensibilidades. Vayan a verla bajo su propio riesgo. Lleven Alka-Seltzer.

@MxUlysses

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