El pasado 11 de julio el Archivo General de la Nación recibió el rico y variado fondo documental de don Manuel Moreno Sánchez. Sus hijos me invitaron a pronunciar unas palabras testimoniales en recuerdo del personaje. Subrayé la amistad y alta estima que tengo por Carmen, Alejandra y Héctor y recordé al ya desaparecido Octavio, mi entrañable alumno. Recordé también, que hace pocos años hice lo propio con mis archivos, lo que fue un acto conmovedor, como lo es esta entrega para todos quienes tuvimos admiración y afecto por don Manuel y guardamos memoria de su traza histórica.

Fue Moreno Sánchez un mexicano de rotunda y jocunda personalidad: robusto, moreno, de ojo ranchero, elocuente y enormemente incisivo. Cualidades que en nuestro medio son apreciadas por algunos pero temidas por muchos otros, desde el celo y la medianía. Miembro destacado de una generación de aliento transformador, cabalgó entre el pensamiento crítico, el placer estético y la acción política. Despertó con las luchas por la autonomía universitaria y lo encendió la llama vasconcelista. Reencontró como sus compañeros, a mediados de los 40, un camino en la vida pública y académica, pero nunca abandonaría las aspiraciones renovadoras de su juventud.

Toda su obra escrita esta permeada por la conciencia de la crisis de México —aquella que anunciara Daniel Cosío Villegas— o más precisamente de la crisis del sistema postrevolucionario y de la necesidad de encontrar una salida más democrática, más justa y más universal al país. Analizó el régimen político como una estructura de poder tradicional y a toda luz obsoleta; vislumbró, asimismo, la insuficiencia y el agotamiento del modelo económico que exigía una revolución productiva, una apertura inteligente y nuevos equilibrios sociales.

Lo conocí en persona y en pensamiento en la presidencia de Adolfo López Mateos, que fue al mismo tiempo su amigo rebelde y su confidente ideológico, finalmente desoído. Su empatía con Octavio Paz se origina en el horizonte de la revista Barandales, pero también en una brillante revista de mujeres en la que confluyeron sus esposas Carmen Toscano y Elena Garro. La relación intelectual y la coincidencia política con el poeta se afirman en la sincronía de su mutuo desencanto: la tragedia de 1968 y el repudio al díazordacismo. En rechazo definitivo y la crítica sistémica a un orden piramidal, legaloide y pueblerino.

Fue don Manuel un adelantado de la inserción de México en el mundo y un lúcido precursor de la transición democrática en el país. Promovió de modo incesante nuestro acercamiento e identificación con las naciones del tercer mundo y abogó ferozmente, aunque sin éxito, por nuestra incorporación en el movimiento de los países no alineados, ante el que llegó a ser observador mexicano. Entendió que la subordinación del país a uno de los dos polos de la Guerra Fría reforzaba el autoritarismo dentro de las fronteras nacionales y que un genuino universalismo redundaría en la liberación política y económica de México.

Su candidatura presidencial en 1982 por el Partido Social Demócrata es la primera ruptura significativa del partido hegemónico desde la lucha del general Henríquez Guzmán, anterior por tres décadas. Fue asimismo un manifiesto contra la entronización de la tecnocracia y la proximidad amenazante del neoliberalismo. Seis años después emprenderíamos una ruta semejante con la creación de la Corriente Democrática, la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y la victoria denegada del Frente Democrático Nacional por un incalificable fraude electoral. En ese tiempo, nuestras conversaciones se volvieron más frecuentes y nuestras coincidencias más precisas.

Quién ha olvidado el famoso cumpleaños en el rancho de los Barandales, donde don Manuel hizo públicos nuestros propósitos de ruptura, anonadando a un público variopinto de la clase dirigente. Alguno se sintió obligado a declarar que se había equivocado de fiesta.

Tras años de tumbos contradictorios e inadmisibles retrocesos, amparados tras un pluralismo insubstancial, estamos envueltos en un asfixiante verticalismo, presagio de mayores violencias. No podemos equivocarnos de fiesta. Ha llegado el momento de un nuevo despertar. Debiéramos comenzar por darle nueva vida a este fondo documental, reverdecer sus esperanzas y ser congruentes con el ejemplo que aquí se ha depositado.

Comisionado para la reforma política de la Ciudad de México

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