Hay momentos de la historia en los que las mentiras se propagan más rápido que la verdad. Los procesos de deterioro social y el daño ambiental se inician de manera imperceptible y generan tendencias progresivas que de seguir en su dinámica acaban por destruir en poco tiempo lo que ha costado décadas y a veces siglos construir.

El presidente de México, Enrique Peña Nieto, en dos ocasiones relevantes —al comentar su Tercer Informe de Gobierno y en su intervención con motivo del septuagésimo aniversario de la Organización de Naciones Unidas— hizo advertencias oportunas respecto a las señales de descomposición que muestran los sistemas políticos, expresó: “El mundo de hoy está expuesto a la amenaza de los nuevos populismos... de izquierda y de derecha, pero todos riesgosos por igual. El siglo XX ya vivió y padeció las consecuencias de individuos que, carentes de entendimiento, responsabilidad y sentido ético, optaron por dividir a sus poblaciones. Las sociedades deben estar alertas frente a quienes se aprovechan de sus miedos y preocupaciones, ante los que siembran odio y rencor, con el único fin de cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones personales”.

Son advertencias que merecen atención, pues la sociedad contemporánea en su afán de buscar soluciones inmediatas puede tomar decisiones sin el fundamento correcto.

El aviso ha sido explícito y contundente ante la inconformidad social; se corre el riesgo de que se consideren como válidas y adecuadas las ofertas de soluciones mágicas. “De manera abierta o velada, la demagogia y el populismo erosionan la confianza de la población; alientan su insatisfacción; y fomentan el odio en contra de instituciones o comunidades”, previene el Presidente.

La historia deja lecciones, a veces amargas como las cicatrices de la tiranía del fascismo de Hitler o el supuesto socialismo de Stalin, que en sus inicios fue visto como panacea de una Alemania herida por la derrota y una URSS hundida en el estancamiento económico. Pocos fueron los que con anticipación alertaron del peligro que significaba el liderazgo totalitario autocrático y represor. Hoy lamentablemente esas voces tempranas tuvieron la razón.

Los gobiernos fracasan cuando las ideologías someten bajo su mando a los instrumentos de política económica e impiden su libre funcionamiento. Son modelos que se sustentan en un control político excesivo y una propaganda monotemática abrumadora en torno a una persona que a su paso por Corea del Norte, Grecia o Venezuela ha dejado huella de sus estragos. Con sorpresa vemos que esta amenaza también emerge recientemente hasta en Estados Unidos, donde un aspirante presidencial presenta aseveraciones a todas luces falaces para satisfacer sus aspiraciones personales, aun a costa de los principios fundamentales de tolerancia, diversidad y libertad que dieron origen a la nación que aspira presidir.

Da la impresión que la tendencia hacia una sociedad individualista se contrapone y se percibe como amenaza del status quo de las ideologías que pregonan el colectivismo para justificar sus magros liderazgos. Ese reto que presenta el “hombre-masa”, que describió Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, “demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías”.

Estamos a tiempo de analizar la evolución de nuestro sistema político y la consolidación de nuestro modelo económico para superar una crisis global de lento crecimiento, con el fin de asegurar que el régimen de libertades avance hacia un proyecto de nación que supere los rezagos actuales.

Rúbrica. Hallazgo insólito. Si los científicos pudieron encontrar agua en Marte, ¿nosotros podremos encontrar un ciudadano independiente para competir con equidad?

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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