Celebraciones espectaculares, banderas desplegadas, uniformes marciales entorchados, desfiles, emoción patriótica, Medalla Belisario Domínguez a un “mártir”, sorpresivamente marino; deportistas uniformados premiados, Día de la Fuerza Aérea, de la Lealtad, campaña militarista. El “Día del Ejercito”, Cienfuegos y Peña Nieto, a dúo, representaron el script: herencia constitucional del Ejército, su honor, lealtad, sus 139 “caídos” —cuestiones que nadie duda—, manipulación a la población y presión política al Congreso; apoyos de líderes partidistas y organizaciones empresariales, parafernalia emocional, todo para imponer la Ley de Seguridad Interior, formalización de la militarización de México. Cienfuegos presume “responsabilidad global de México”, presidirá reuniones militares hemisféricas de la OEA —con aquiescencia estadounidense—, distinciones antes vedadas. Finalmente, su prioridad: “reconocemos esfuerzos del Congreso para dotar la Ley de Seguridad Interior, delimitando atribuciones para cada autoridad,… y de las Fuerzas Armadas… principio de gradualidad, …la Iniciativa debe contener un concepto multidimensional… que obligue a cada quien lo que corresponde”. Pero acusó “a quienes, por falta de información o tergiversación de la misma u otros intereses no visibles, señalan que la iniciativa induce a la… militarización”. Peña defiende: “en seguridad pública (el Ejército) apoya a autoridades civiles, nunca sustituyéndolas; las quejas de derechos humanos disminuyen significativamente; (el Ejército) ha sido protector de la unidad y de la convivencia armónica… Los mexicanos reconocemos la participación de nuestros soldados, en el esfuerzo nacional para reducir la violencia... diariamente realizan cientos de misiones de alta peligrosidad en las que se enfrentan a violentos grupos criminales”. Peña regaña: “no son admisibles y este Gobierno reprueba las descalificaciones sin sustento en contra de las Fuerzas Armadas… éstas cuentan con el invariable, irrestricto y absoluto respaldo del Presidente y de su gobierno”. La Conago expresó: “pleno respaldo al Ejército y la Marina… en defensa de la seguridad interior… La sociedad mexicana —o sea ellos— respalda actuación de las Fuerzas Armadas,… consideramos necesario que el Congreso, discuta y apruebe la Ley de Seguridad Interior… para dar certidumbre a su actuación”.

Campaña tramposa, envuelta en los valores nacionales, históricos, el honor, las banderas, ignorando el problema que ha generado su función policiaca en la Guerra Contra el Narco, “declarada” por Calderón en su Plan Mérida, inconstitucional, impuesto por Estados Unidos. Peña y Cienfuegos lamentan 139 militares “caídos”, eluden más de 100 mil muertos y desaparecidos, también mexicanos, muchos jóvenes; la “letalidad” del Ejército, tragedia humana con resultados contrarios a la supresión de la violencia en más diez años de hegemonía militar. Cienfuegos, cubierto de medallas, convertido en “lobbista”, presiona al Congreso, olvidando ser Jefe de las Fuerzas Armadas. Mienten, las violaciones a derechos humanos no descienden, la ONU insiste en su violación sistemática; Tlatlaya, Ayotzinapa, Tanhuato, Nayarit carecen de responsables de los excesos de violencia y homicidios. Éste es el verdadero problema, diez años de fracasos descalifican a las Fuerzas Armadas como policías. Pero Peña insiste con su iniciativa para formalizar estas acciones violatorias de la Constitución, con una ley inconstitucional.

Las Fuerzas Armadas son arrastradas a una función que corresponde al Presidente resolver con autoridades civiles y policías. Peña silencia su compromiso con EU de mantener al Ejército mexicano como su policía migratoria, como protector de intereses trasnacionales, domiciliados en México. Engaña con que “no hay otra salida” que imponer la Ley y hacer del Ejército una policía nacional, que entrega al Presidente un poder sin contrapesos y a los “mandos militares” un empoderamiento peligroso. Pervierte nuestra cultura política civilista, entronizando al Ejército, como una fuerza de control, operando en todo el país, retenes, detenciones, espionaje, contra la seguridad de los mexicanos. La “descalificación” no es a la Institución sino al Presidente y sus mandos militares.

Senador de la República

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