Cien años son más que una vida, toda una profesión. Hace un siglo los periódicos llevaban apenas unas décadas practicando lo que cabría calificar de ‘periodismo moderno’. Podemos datar los albores del periodismo diario a fin del siglo XVIII, con la fundación del Times de Londres en 1785; pero es en el tránsito entre los siglos XIX y XX cuando existe ya un periodismo reconocible y, sobre todo, cuando la producción material de los periódicos es razonablemente parecida a lo que hoy aún son los ‘periódicos impresos’.
En la segunda mitad de los años 60, cuando yo empecé a ganarme la vida como periodista, había mejorado mucho el utillaje, las linotipias y las rotativas eran más rápidas y eficientes, pero trabajábamos con máquinas de escribir que enviábamos a algo que llamábamos ‘imprenta’, donde se componían las páginas de hot type, y cuyos textos se habían ‘repicado’ en linotipias, con un porcentaje constante e inabarcable de erratas. Era toda una artesanía, que al menos a unos cuantos nos permitió entender el aspecto ‘oficio’ de nuestro trabajo, así como vanagloriarnos de haber vivido toda la evolución del periodismo de lo moderno a lo contemporáneo. En los 70 nos movíamos ya con una nueva pulcritud apellidada ‘fotocomposición’.  Pero los periódicos, siempre impresos, no habían cambiado tanto durante el último medio siglo.
    Poner fecha a las revoluciones siempre es algo gratuito. Decimos en el mundo latino que el famoso viaje de Colón pone fin a la Edad Media, y Occidente en general que la Revolución Francesa ‘comienza’ el día en que la multitud parisina asaltó La Bastilla, un 14 de julio de 1789, pero ¿y el tsunami de internet? Yo he elegido el año del Señor de 1995, en el que comienza a generalizarse el PC (Portable Computer) y el público a comunicarse instantáneamente del uno al otro confín. Una gran revolución de las comunicaciones se estaba desencadenando, que de ninguna manera hoy ha concluido.
    El gran diario mexicano EL UNIVERSAL está viviendo esa evolución y, como todos nosotros, es consciente de que apenas ayer comenzó el futuro. Hagamos, pues, un esbozo, aunque pueda quedarse anticuado casi antes de que se seque la ‘tinta’ de este artículo, de los grandes cambios que en los últimos años han acaecido.
   Para mí lo más importante es la desarticulación del concepto de redacción clásica y de la idea del periódico como vehículo unitario y casi exclusivo de la información, impresa y digital.  Se produce una gran deslocalización. La redacción como alma mater del periodismo, antaño escrito pero hoy multimedia, ya no es el refugio acogedor, el lugar preferentísimo de trabajo y de aprendizaje del oficio. Se puede trabajar desde cualquier emplazamiento o de ninguno y el smartphone permite la fabricación directísima del periódico, del productor al consumidor. En las redacciones new age tanto o más que se escribe, se componen videos, se montan las diversas plataformas en las que se expresa la información, como, mayormente, se navega. El ‘redactor’ ha adquirido nuevas destrezas entre las que se encuentra la de ‘buscador’, recopilador y estadístico de todo lo que las redes hayan podido transportar durante las 24 horas del día, y el slack, una especie de foro virtual que hace innecesario el contacto persona a persona, nos obliga a ‘vivir’ en Internet. Y, al mismo tiempo, ni la web, ni mucho menos el periódico de papel, son ya los vehículos principales ni exclusivos de los contenidos que navegan bajo la marca unitaria del periódico. Estar en las redes de manera instantánea, cuando ni siquiera se ha decidido si esta o aquella información deba entrar o no en la web, no digamos ya en el papel, es una necesidad tan permanente como perentoria.
  Subrayar que la edad de oro del impreso es cosa del pasado es ya un lugar común. Y aunque yo no soy de los que dan por inevitable que el papel acabe por desaparecer, su función sí que se hace más elitista, restringida, y necesitada de respaldos económicos externos, como desgravaciones, mecenazgos, o que un día la propia versión digital subvencione el impreso.
Esa es la evolución a la que los grandes diarios occidentales se ven abocados, y por la que deberá discurrir el presente y el futuro de EL UNIVERSAL, aunque siempre con una gratificante certeza: el periodismo no es por definición digital ni impreso, sino que sigue siendo periodismo sin adjetivos, aquella profesión cuya misión es explicar a la sociedad por qué pasan las cosas que pasan; hasta ayer casi exclusivamente por medio de la palabra escrita; y hoy con una antología de plataformas y la gran expansión de las redes como universo-mundo. Esa es la perspectiva que se abre para los próximos cien años ante el gran diario mexicano, que hoy se hace centenario.

Ex subdirector del diario español El País y autor de El blanco móvil: curso de periodismo

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