Iguala es el epicentro de la tragedia que marcó la historia reciente de nuestro país, es, todavía, la tierra de nadie, el reinado de la fuerza bruta sobre el derecho, el reflejo de la corrupción del bárbaro que trasciende instituciones y corrompe todo, gobierno, policías y población. Es un círculo del infierno de Dante.

Iguala también es el surtidor de mentiras que las lenguas de hipócritas escupen para llevar votos de incautos e ingenuos a sanguinarios políticos que se enriquecen de la vileza que representa jugar con el dolor ajeno. En Iguala, por ejemplo, ha nacido la idea bastarda de que existió un complot del Estado Mexicano con el Ejército para asesinar a 43 estudiantes.

Porque, seguramente, esos 43 derrumbarían al régimen secuestrando camiones para llevarlos a una protesta del 2 de octubre en la Ciudad de México, porque, seguramente, esos 43 serían los adalides de la revolución socialista que cambiaría el esquema de mercado y llevaría a la nación al socialismo rural, porque, seguramente, esos 43 niños eran el mayor riesgo para todo el gobierno corrupto y represor… ¿alguien, con dos neuronas funcionales, puede darle crédito a eso?

En Iguala desaparecieron, seguramente mataron, a 43 normalistas por un tema relacionado al mercado negro de la heroína que enriquece a los más viles de nuestra sociedad. A la escoria, a lo execrable, a los más pútridos de los más parias.

Los normalistas de Ayotzinapa secuestraron el camión equivocado y el resto, la consecuencia ahí está… Nada tuvo que ver Peña Nieto, ni la conspiración yanqui, ni la CIA, ni la DEA, ni mucho menos las fuerzas armadas mexicanas que han dado la vida de muchos elementos en una guerra brutal contra el narco.

Por eso, sin afán patriotero, no le regateo un ápice a los soldados que ayer, en Iguala, les plantaron cara a los hipócritas y mandaron un mensaje claro: no hay nada que esconder y ni nada de qué avergonzarse. Ellos sí son patriotas y no pusilánimes sanguijuelas que se aprovechan de un hartazgo.

En este afán de orgullo, creo que deberían ir a Ayotzinapa, mandar otro mensaje: el gobierno está del lado de las víctimas, no de los mentirosos.

Por cierto, hace dos días falleció el Almirante Luis Schaufelberger en la Ciudad de México, autor del libro La Revolución en el Mar que da cuenta de las epopeyas de los marinos y de la historia de la Armada.

La Secretaría de Marina decidió suspender su homenaje aduciendo razones de seguridad, por esas “decisiones estratégicas” es que se pierden las batallas ideológicas.

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