Faltó el confeti tricolor, aún podría llegar junto a una foto de sonrisa inmaculada con los brazos triunfantes, con la vista perdida en una multitud, con esa mirada que los publicistas convierten en una promesa. Faltaría también una frase de campaña del tipo ¡La solución somos todos! o ¿por qué no? “¡Arriba y adelante!”, de cualquier modo parece que regresamos en el tiempo.

Manlio Fabio Beltrones es un político experimentado, de la vieja guardia priísta pero no necesariamente un priísta clásico, tampoco es un elemento del círculo íntimo del Presidente Peña Nieto, pero sí es un hombre que entrega resultados, tuvo una excelente coordinación del PRI en la Cámara de Diputados, tejió alianzas estratégicas y finas con los otros partidos, logró aprobar las reformas estructurales en poco tiempo y con el menor daño posible, ganó Sonora con una candidata fuerte que él mismo creó. Sin duda, es la mejor opción para un partido desgastado por la imagen presidencial y los errores de un gabinete del que es ajeno.

Pero, su candidatura única nos recuerda a los viejos rituales del priato, el levantamiento en hombros del ungido, el anacrónico dedazo, el totalitario, omnipresente, todopoderoso partido del gobierno. Esos tiempos que sufrieron varias generaciones, que votaron y botaron varias generaciones y que ahora regresan para las nuevas generaciones.

Es derecho del PRI organizar su vida interna como mejor les plazca, con élite o con las bases, ellos deciden, pero hay un tema que me suena francamente preocupante, Manlio Fabio ha dicho que será un presidente del partido cercano al Presidente de la República, que la “sana distancia” quedó atrás.

Quizá no han entendido que Peña Nieto tiene una gran baja en su aprobación, que, aunque sin pruebas fehacientes, el fantasma de la corrupción azota la administración entera que se percibe sucia, aviesa, falaz.

Y ante una crisis de imagen pública, ¿la mejor estrategia es la que parece una cofradía de la élite frente a una ciudadanía desencantada?

Manlio Fabio Beltrones es un hombre poderoso, ha sido la mano que mece la cuna de muchos de los asuntos más importantes y trascendentes para la nación, tres veces diputado, dos veces senador, presidente de ambas cámaras, gobernador de Sonora, ha vivido el priato poderoso de los años ochenta cuando comenzó su carrera política, ha sido testigo de la debacle del PRI en el 2000 y una pieza fundamental para su reconstrucción hasta la llegada de Peña Nieto a Los Pinos en 2012. Si alguien conoce los mil rostros del PRI, ese alguien es Beltrones.

Por eso, por su experiencia, por eso me extraña tanto que use un discurso tan viejo, ¿será una evocación del pasado?

Beltrones tiene en sus manos la tarea de lavar el rostro de un presidente denostado, pero más importante, debe cambiar la efigie basilística en la que se convirtió su partido, debe convencernos de un nuevo PRI.

Es un hombre de resultados que también conoce la amargura de la derrota. Por eso, y solo por eso, será el Presidente del PRI, supongo que sabe bien que no es la hora de echar vítores.

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