¿Cómo serán los primeros 100 días de Donald J. Trump, ya como el presidente número 45 de Estados Unidos? ¿Qué le deparará a México? Preguntas difíciles de contestar, ante una personalidad cambiante y sin experiencia ni antecedentes políticos.

Este periodo inicial, definitivamente no necesariamente determinará el resto de su administración, pero sí se esclarecerán muchas dudas ante las múltiples interrogantes e incertidumbre que han imperado hasta ahora.

El ingreso de Trump a la Casa Blanca ha estado ligado a una ola de protestas en muchas ciudades de la Unión Americana y el orbe por sus discursos xenofóbicos y discriminatorios ante diversos públicos; esto es, ciertamente tomó posesión no con la popularidad a cuestas.

Su discurso inaugural tampoco fue sorpresa: protección de fronteras, recuperación de empleos “robados” por otras naciones y reposicionamiento de Estados Unidos, anteponiendo sobre todo sus intereses; esto es una arenga como se esperaba, globalifóbica y de tono beligerante como lo fue en su campaña.

Además, ya en su primer comunicado oficial de la Casa Blanca, los temores se cumplieron y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se hace realidad.

En la negociación del TLCAN, las huestes de Trump tratarán de llevar la delantera, y como nadie sabe cuál es la percepción de lo que él considera justo para los trabajadores estadounidenses, es muy factible que anuncie su salida.

Si es así, en febrero la anunciará y en un lapso de seis meses concluirá el proceso. Bajo esta premisa será, a su manera, o no será.

Si el evento negociador resulta desfavorable, porque salarialmente México mantiene la ventaja frente a Estados Unidos y encontrar una fórmula que les equipare es casi imposible, el país deberá acogerse a la Organización Mundial de Comercio y comenzar a tejer las relaciones comerciales de sus múltiples tratados, que será lento ante el hecho de la simetría productiva que se tiene con Estados Unidos.

En este ámbito, el proteccionismo transfronterizo se echará andar y como siempre las personas de menores ingresos, serán las más perjudicadas de mayores barreras comerciales.

Trump desplazará empleos a Estados Unidos, bajará tasas impositivas, desregulará y llevará a cabo obras de infraestructura, sin duda el crecimiento retomará. Empero las ganancias a corto plazo, podrán revertirse a largo plazo. Las empresas estadounidenses al producir en su suelo, perderán competitividad y mercado frente a sus similares europeas y asiáticas que maquilen a un menor costo.

El costo de reactivar, así, la economía estadounidense será muy elevado a la larga. Además, su déficit fiscal se engrosará, lo que provocará que sea la “aspiradora” de recursos a nivel mundial y la economía mexicana tendrá que ocuparse de fuentes de financiamiento que tuvo de sobra en la última década.

Sobra decir que en México el mercado cambiario se presionaría aún más en los siguientes meses “de jaloneo” y será el mercado interno el único motor de la economía, ante los estragos esperados en el sector exportador.

Hasta ahora pareciera que la manera “a la Trump” de obtener algo de los estados soberanos, es someter la relación a querellas previas; sin embargo, cuál será el precio a pagar por estas acciones, porque el costo asociado será altísimo.

Así las alianzas estratégicas que Estados Unidos forjó por décadas, pueden desmoronarse en cuestión de meses.

El desdén que le da a la Unión Europea, le impide reconocer el valor de estabilidad que ello conlleva y que sus antecesores sí reconocieron; el aliarse a Rusia en contra de China, puede desencadenar consecuencias irreparables y de graves consecuencias para el orbe, como lo es su golpeteo contra la OTAN; y, la agresión constante a México y sus amenazas comerciales, parecieran pasar por alto el valor que tiene la estabilidad política, social y económica de su vecino del Sur, en su afán por provocar un ambiente de tensión para llegar a una negociación del TLCAN con una economía debilitada.

Independientemente, de lo que venga para México, es indudable que el país deberá transformarse y este cambio debe producirse desde adentro, comenzando por fortalecer las instituciones, revitalizar las reformas estructurales e instaurar un Estado de derecho. Los tiempos no serán fáciles, es tiempo de reflexionar, cambiar y actuar.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte

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