Desde hace algunos años, cuando en nuestro país se hace un diagnóstico sobre las condiciones de nuestra democracia, hay dos temas que siempre salen a la luz. Por una parte, se da por hecho que México tiene ya plena capacidad para organizar elecciones regulares, libres y pacíficas, en las que el voto cuenta y se cuenta con honradez, cosa que quedó una vez más demostrado el pasado domingo 5 de junio. El otro tema, que estoy convencido sigue siendo uno de nuestros grandes pendientes, es que no hemos podido lograr que nuestra democracia no se limite sólo a lo estrictamente electoral y le sirva al país para construir gobiernos honestos y trasparentes, con capacidad de producir bienes públicos para las mayorías que ayuden a abatir los altos niveles de desigualdad que padecemos.

Las elecciones del domingo 5 de junio han arrojado resultados que para muchos han sido sorprendentes. A simple vista, pareciera que hay un claro ganador: el Partido Acción Nacional, y un claro derrotado: el Partido Revolucionario Institucional. Como es normal en democracia, unos, los que ganaron, tratarán de maximizar los resultados y otros, los que no obtuvieron los números esperados, seguramente tratarán de desvirtuarlos. Más allá de los resultados, lo que es una realidad es que la alternancia es ya parte esencial de nuestro régimen democrático, y éste es resultado de un largo camino que ha costado vidas, tiempo y múltiples esfuerzos y que es un camino que no tiene retrocesos. Los ciudadanos que le entregan su voto a un partido, no se lo entregan para siempre. No quieren que un partido distinto se instale indefinidamente en el poder, lo que quieren es un gobierno que dé resultados, que les resuelva sus problemas, que no repita los males del pasado. Estos cambios en la cultura democrática de nuestra gente no se han dado por el impulso predominante de un partido político sino por la voluntad de una sociedad cada día más activa que desea construir un país mejor.

La política no puede ser reducida únicamente al terreno electoral, es un trabajo diario de partidos y ciudadanos. El futuro de México no cabe en una elección. En una democracia avanzada como la que queremos para nuestro país, las elecciones son solamente un medio, un instrumento, nunca un fin. Si queremos construir un México mejor, lo tenemos que hacer cotidianamente, en nuestra convivencia cívica individual y colectiva. La democracia, incluso la nuestra que está en proceso de consolidación, es mucho más que una elección.

De los resultados electorales se pueden sacar muchas lecturas pero, es evidente que la gente no está satisfecha con el ritmo y alcance de los cambios en el país, quiere una mayor participación en la toma de decisiones y quiere que se ponga fin a la corrupción y a la impunidad. Éstos son los mensajes que los mexicanos han lanzado en las elecciones del pasado domingo 5 de junio.

Por eso es fundamental que los gobernantes recién electos aprovechen la oportunidad que nuestra democracia les ha dado en la última elección. Es indispensable seguir avanzando en algunos aspectos torales: más trasparencia en el uso de los recursos públicos en los tres poderes y en los tres órdenes de gobierno; más claridad en las razones para apoyar o bloquear iniciativas; mejor actitud para poner fin a todos los casos de impunidad que tanto han lastimado la credibilidad ciudadana; más diálogo y comunicación con los ciudadanos para mejorar la calidad de vida y, sobre todo, más y mejores resultados para superar los desafíos que enfrentamos como nación. La tarea no es nada fácil, pero en democracia es posible cuando se actúa de manera responsable con la sociedad y sus instituciones. Es crucial no perder lo más por lo menos, sólo así los ciudadanos podrán superar el escepticismo y participar activamente para mejorar nuestra democracia.

Abogado

@jglezmorfin

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