Si México ha aprobado importantes reformas a las estructuras de su economía; además ha sentado bases para la estabilidad económica; ¿por qué no está creciendo a las tasas que necesitamos para generar más ingresos y empleos? Y si en materia de seguridad pública estamos aún lejos de lo deseable, ¿no sería el momento de empezar a ver y pensar en otros aspectos?
Timothy J. Kehoe y Felipe Meza, en su investigación “Crecimiento Rápido Seguido de Estancamiento: México: 1950-2010”, publicada en el Trimestre Económico (núm.318, abril-junio 2013), concluyen que la urbanización, la industrialización y la educación son las variables que impulsaron el crecimiento en el período 1950-1981. Encuentran también que de haber liberado liberado el comercio y la inversión, el ritmo de crecimiento hubiera sido más acelerado durante ese período. 
De ese artículo llama la atención que para empezar a salirnos de la “caja” de las reformas estructurales clásicas que abren espacio al sector privado, el papel de la urbanización es una variable que hemos descuidado. En efecto, México ha sido un país en el que cada vez más población vive en centros urbanos. Actualmente 78 por ciento de la población vive en zonas o localidades urbanas; sin embargo, las manchas urbanas han crecido más que proporcionalmente al aumento de la población. Esto nos obliga a reflexionar sobre la calidad y el orden del crecimiento de las ciudades.
Para esta reflexión hay una buena noticia para México. La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), el Infonavit y la Organización de Naciones Unidas (ONU-Habitat) colaboraron para publicar el Índice de Ciudad Próspera (CPI, por sus siglas en inglés), el cual han dado a conocer en días pasados. Fue en 2012 cuando ONU-Habitat presentó el enfoque para medir el progreso actual y futuro de las ciudades con la Iniciativa de Ciudades Prósperas. 
De esta iniciativa se desarrolló el CPI para orientar cambios con el fin de superar ineficiencias, disfuncionalidades y aspectos insostenibles de la planificación urbana. El CPI proporciona medidas de solidez o debilidad de los factores de prosperidad disponibles en la ciudad. Las dimensiones de prosperidad que contempla son: productividad; infraestructura de desarrollo; calidad de vida; equidad e inclusión social; sostenibilidad ambiental, y gobernanza y legislación urbana.
A partir de este índice nuestros presidentes municipales (alcaldes) podrán diseñar las políticas públicas necesarias para elevar la prosperidad de los territorios que gobiernan. Para impulsar el crecimiento económico se necesita de la productividad de los factores de la producción, y para que esto se dé se necesita que los territorios donde se asientan las actividades económicas sean ordenados, con los espacios adecuados y la movilidad que los habitantes requieren. Además del orden, hay que recordar que detrás de todo buen servicio público hay infraestructura. Es imposible prestar buenos servicios como educación, salud y seguridad, por mencionar algunos, sin que previamente se haya dado inversión pública.
Para mejorar en este índice se tiene que abatir la pobreza y la desigualdad. Esto implica un desarrollo urbano incluyente para que la población pueda acceder a los beneficios que ofrece una ciudad. Asimismo, la mejoría en este índice implica el cuidado al medio ambiente. El desarrollo urbano necesita ser sostenible y por ello la importancia del agua y de las acciones que evitan la degradación del suelo, mantos acuíferos y bosques.
La política también es importante para la prosperidad. Por ello este índice incluye a la gobernanza entendida como el trinomio de marco jurídico adecuado (leyes, reglamentos, normas), arreglos institucionales y participación social.
El valor máximo de este índice es de 100, y se alcanza cuando los factores citados son muy sólidos y las políticas urbanas están bien consolidadas. En contraste, este índice es muy bajo cuando se requiere de políticas públicas que mejoren los factores que inciden desde la productividad hasta la gobernanza y legislación urbana. 
En la medición que el Infonavit dio a conocer para México, el municipio de Benito Juárez de Quintana Roo (ciudad de Cancún), fue el que alcanzó el porcentaje más alto (66.4). Esto sitúa a esta ciudad con factores moderadamente sólidos con necesidad de fortalecer políticas urbanas. Cajeme, Sonora, es el que ocupa la segunda mejor posición. Los cinco peor situados fueron Amozoc, Puebla (44.7); Cosoleacaque, Veracruz (44.6); Salinas Victoria, Nuevo León (44.2); Coronango, Puebla (42.9) y Berriozábal, Chiapas (40.7). En la Ciudad de México la delegación Miguel Hidalgo (61.1) fue la mejor clasificada.  
Como ciudadanos, estos índices nos permitirán saber qué partidos políticos de verdad son serios, pues podríamos contrastar las propuestas específicas para desarrollar el municipio en una senda de prosperidad y conocer de la voluntad de los candidatos para lograrlo. Ya una vez electos y en el ejercicio del cargo público, podríamos constatar si el gasto público lo destinan a la solución de los problemas identificados en el índice. Con estas herramientas cada vez hay menos disculpas para hacer bien las cosas.

Economista.

@jchavezpresa.

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