México vive un momento difícil. La discrepancia entre la visión oficial de la situación económica, política y social del país, y la de la sociedad, es sustancial y se profundiza. Cada uno insiste en su visión y no parece que haya convergencia. A mediados de sexenio, la confianza y credibilidad en el gobierno es mínima, mientras que aparentemente éste piensa que sólo con el pasar del tiempo, y persistiendo en sus políticas y discurso, la crisis se superará.

Esta discrepancia no sólo se presenta en la gran mayoría de los artículos y debates mediáticos, sino incluso en las conversaciones cotidianas. La gente está decepcionada de su gobierno, enojada con la situación del país, y pesimista acerca de su futuro. Lo reconoce y lo expresa en cuanta ocasión se presenta. Las encuestas de opinión pública recogen esta crisis de desconfianza, que se agravó durante los últimos tres meses.

Las principales causas del malestar en lo económico son la prolongada mediocridad de la actividad productiva y la depreciación de la moneda; esta última está enraizada en los mexicanos como signo y presagio de malos tiempos. El origen de la molestia política se encuentra en los mensajes multidimensionales que emanan de Ayotzinapa, en una corrupción que se percibe extendida y cínica, en la incompetencia gubernamental que se evidencia en eventos como la fuga de El Chapo Guzmán, y en un discurso gubernamental reiterativo y ajeno a esa realidad.

Por su parte, el gobierno tiene poco margen de acción. Ya enrocó al gabinete, ya tocó el tema de las casas blancas, ya planteó una decena de acciones adicionales para la segunda mitad del sexenio, como si la sociedad no tuviera memoria, no recordara compromisos. Y, con todo ello, no logró relanzar la administración.

El deterioro del humor social se agravó en meses recientes. De acuerdo con la Encuesta GEA-ISA (disponible en ), durante el último trimestre la percepción de una mala situación económica del país aumentó de 30% a 40%; en lo político, el deterioro fue de 31% a 44%.

Este agravamiento ratifica el sentir de que 2015 ha sido un año muy malo para los mexicanos. En lo económico, 35% de la población califica la situación del país como peor que hace un año. En lo político, 33% de la opinión también la considera peor.

Los resultados del último año y su agravamiento durante el trimestre generan decepción sobre el desempeño de la administración del presidente Peña Nieto. Por ejemplo, 42% de la población opina que durante los últimos tres años la situación económica ha empeorado, mientras que 38% piensa que la situación política está peor.

Esa decepción no da cabida a optimismo acerca del futuro. Una cuarta parte (25%) de la población piensa que dentro de tres años la situación económica del país estará peor que ahora, si bien con certeza el incierto escenario económico mundial contribuye a ese sentimiento. También, 30% piensa lo mismo en lo político. La gente pedía cambio de gabinete para mejorar el gobierno y se tuvo que contentar con enroques para perfilar la sucesión de 2018.

El Presidente no puede desconocer esta discrepancia de visiones entre la de su discurso y la de la sociedad. Por tanto, o no ve las cosas como son, o entiende la situación, pero no adopta una actitud de franqueza que le permita convocar a los mexicanos y recuperar el liderazgo del país. Así ha ido perdiendo oportunidades para revitalizar su gobierno, tanto en enero de este año tras el escándalo de las casas, como en junio tras las elecciones, y el primero septiembre en su Tercer Informe. El resultado es que, a mitad de sexenio, 87% de la población le cree poco o nada al Presidente.

Economista

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