La Pascua de 1916, hace 100 años, coincidió con el mes de abril. En Irlanda todavía se la recuerda por una rebelión. El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria, y su esposa, la duquesa de Hohenberg, cometido por un serbo-bosnio de 19 años, Gavrilo Princip, en Sarajevo, y las sucesivas movilizaciones militares y declaraciones de guerra que derivaron en lo que, después de la Segunda Guerra Mundial, se conoce como Primera Guerra Mundial, se han convertido en el origen de infinitos acontecimientos que obviamente no se terminan de descubrir; uno de ellos consistió en que no pudiera realizarse la Ley de Autonomía para Irlanda, que había propuesto el gobierno del primer ministro de Gran Bretaña, Henry Herbert Asquith, en 1912, 1913 y 1914, cuando finalmente pudo promulgarse.

Algunos irlandeses, sobre todo protestantes del norte, pretendían permanecer unidos y leales a la Gran Bretaña, para lo cual, entre otras cosas, el abogado dublinés y diputado por la Universidad de Dublín , sir Edward Henry Carson, que en 1895 había reducido a Oscar Wilde en el juicio por difamación que Wilde había entablado contra el Marqués de Queensberry con preguntas que indujeron una sentencia de cárcel para Wilde, que presumía en Londres de que, cuando iba a Belfast, “trataba de romper todas las leyes que le era posible”, y que llegó a proclamar un “gobierno provisional” para Ulster, fundó la Ulster Volunteer Force (UVF), que a las pocas semanas de su fundación tenía a más de 100 mil hombres que se adiestraban con sir George Richardson, un general retirado del ejército de la India, y que, según refiere John O’Bernie Ranelagh, con suscripciones y donaciones, recaudó “un fondo de más de un millón de libras para la defensa, dinero que se empleó en comprar armas a Alemania”.

Entre los nacionalistas irlandeses que se habían congregado en la Irish Republican Brotherhood, la Archaelogical Society of Ireland, la Gaelic Athletic Association, había quienes creían que debía formarse un ejército semejante al de la UVF, pero de ideas contrarias. Luego de intentos como el del Irish Citizen Army o la Midland Volunteer Force, se crearon los Irish Volunteers que, por medio de Eskine Childers, autor de The riddle of the sands, una ficción acerca de una conjura de Alemania para invadir Inglaterra, y sir Roger Casement reunieron, en el verano de 1914, mil 500 libras para comprar 900 fusiles y 26 mil cartuchos en Bélgica y Alemania que Childers introdujo subrepticiamente en el puerto de Howth, cerca de Dublín, en su yate Asgard.

En Dublín y en el campo se adiestraban, hacían marchas a campo traviesa y simulacros de ataque. “A principios de abril de 1916”, escribió O’Bernie Ranelagh, “arreglaron con el gobierno alemán que un barco, el Aud, disfrazado de pesquero de la neutral Noruega, desembarcara 20 mil fusiles en la bahía de Tralee entre el viernes 21 y el lunes 24 de abril”. A mediodía del lunes de Pascua, un grupo de nacionalistas irlandeses desfiló por Sackville Street, actualmente llamada O’Conell Street, y tomó por sorpresa la Oficina Central de Correos. Otros grupos ocuparon edificios y posiciones estratégicas de Dublín, como el molino Boland y the Four Courts. Casi no hubo enfrentamientos los dos días siguientes a la toma del edificio de Correos. El martes por la noche empezaron a llegar soldados de Inglaterra. Muchos de ellos creyeron que estaban en Bélgica y sólo comprendieron su error cuando los dublineses les gritaron “¡viva!” El sábado 29 de abril, a las 3:45 de la tarde, Patrick Henry Pearse, presidente del gobierno provisional de la República de Irlanda y comandante en jefe del IRA, se rindió.

Sir Roger Casement había viajado a Irlanda en un submarino alemán para detener la revuelta, pero fue apresado. Las primeras semanas de la Primera Guerra Mundial, la marina rusa se había apoderado del código naval alemán y se lo había ofrecido al Almirantazgo británico.

Pocos días antes de la rebelión, cuando se iniciaba la Semana Santa, en el Distrito Federal mexicano, un grupo de obreros encabezado por Refugio Martínez, el Vaquero, fundó un equipo de futbol al que llamaron Sinaloa, adoptando el nombre de la calle en la que se reunían. Entre los nombres que eligieron posteriormente se hallaba el de Lusitania, que procedía del barco hundido por los alemanes, y, según Cid y Mulet, U-53, “tomándolo del submarino que atravesó el Atlántico llevando el pliego de rendición de los ejércitos del Kaiser”. Finalmente, ese equipo terminaría llamándose Atlante.

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