El Consejo Político Nacional del PRI se reúne hoy para elegir al dirigente que concluirá el periodo estatutario iniciado por Manlio Fabio Beltrones, y sectores y organizaciones partidarias han expresado su respaldo a Enrique Ochoa Reza para asumir ese encargo.

Esta sucesión tricolor ocurre en un momento clave para el futuro del instituto político fundado en 1929. Tras el proceso electoral de junio pasado nada puede ser igual, si atendemos a las señales de una ciudadanía cada vez más cansada de lo que hay, y que reclama con urgencia nuevas formas, soluciones efectivas, cercanía y honestidad.

La desconexión entre la política y la realidad social mexicana no es un problema exclusivo del PRI, pero se trata del partido en el gobierno y por lo tanto su permanencia en el poder depende de cómo responde al sentir de la gente.

En los corrillos del partido, en páginas editoriales y en las redes sociales hemos visto y escuchado a personas que no están del todo satisfechas con la aspiración de Enrique Ochoa Reza, aun desconociendo sus méritos o quizá por eso precisamente.

Cierto es que ha demostrado su talento en la formulación de políticas públicas y que tiene una impecable formación académica en la ciencia política. Pero requerirá del respaldo sólido de la base priísta para conducir la transformación de fondo que urge esa misma base.

La militancia del PRI pide mayor participación, apertura y congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, por parte de gobiernos y dirigentes. Renovación, no en el sentido generacional sino de fondo: en procesos de selección de candidatos, en evaluación y justicia partidaria, en las formas de escuchar y hacer caso a lo que la base dice y reclama, en dirigencias más dinámicas y territoriales que no se queden en la comodidad de oficinas climatizadas.

Todo México tiene algo que decir, y antes de aspirar legítimamente a mover sus sentimientos, hay que escuchar de cerca a todas las voces, empezando por las que militan, y no me refiero a posar para la foto sino a dialogar en serio con la militancia, que todos los días vive los mismos problemas de quienes no forman parte del PRI, y por lo tanto tienen derecho a ser atendidos.

El tricolor debe reconocer que la unidad interna no demanda unanimidades sino coherencia, y que el disenso es valioso para el debate porque nos obliga a tener mejores propuestas, argumentos más fuertes y por lo tanto políticas más sensatas. Unidad sin sumisión y discusiones abiertas nos harán avanzar en la democracia.

Hoy el PRI tiene ante sí un reto y una gran oportunidad: sólo abriendo espacios a la militancia y escuchando a todos sin excepción, refrendará su unidad y la nueva dirigencia tendrá plena legitimidad al reconocer que nuestro país ha cambiado y los priístas demandan ese mismo cambio al interior del partido.

Diputada federal por el PRI

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