Nos llegó de nuevo el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente y la pregunta aún obligada hoy en día es: ¿Hay algo que festejar? Dicha interrogante se hace en función de lo siguiente.

Empecemos con algunos de los aspectos positivos. La Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) combaten la tala clandestina en el país; México fue un actor relevante para llegar finalmente al Acuerdo de París sobre Cambio Climático en diciembre pasado; contamos en el país con 177 áreas naturales protegidas; recientemente se anunció la creación de la Gendarmería Ambiental; el número de playas limpias va en aumento; a finales de este 2016 seremos sede de la Conferencia de las Partes (COP) 13 de Diversidad Biológica y, se trabaja en la mejora del procedimiento de evaluación de impacto ambiental.

También, durante 2015 la (Profepa) realizó 175 inspecciones, 689 recorridos de vigilancia y 318 operativos en materia de recursos marinos. Como resultado de estas acciones se aseguraron precautoriamente 5.56 toneladas de producto pesquero, 58 embarcaciones, 260 artes y equipo de pesca, 27,665 piezas de productos o subproductos de vida silvestre (incluidos 19,628 huevos de tortuga marina y 6,760 pepinos de mar). Asimismo, 22 personas fueron puestas a disposición del ministerio público federal.

Por el otro lado, y comenzando con el contexto global, y en muy buena medida como producto de la actividad humana, seguimos enfrentando el problema de la destrucción de la capa de ozono (aunque hay que reconocer que se han eliminado de manera importante el uso de los clorofluorocarbonos (CFC); hay presencia de una gran contaminación atmosférica en muchas de las grandes urbes del planeta; el calentamiento de la tierra sigue en aumento; las aguas marinas no están del todo limpias; la lluvia ácida sigue presente; los residuos peligrosos no siempre se manejan y disponen de manera ambientalmente adecuada; se pierden miles de hectáreas de bosques y selvas tropicales cada año y, hay número muy considerable de especies de flora y fauna que están amenazadas y en peligro de extinción.

Si nos movemos a la escena nacional, además de estar presentes en nuestro país muchos de los problemas anteriormente referidos, en México las situaciones más apremiantes tienen que ver, entre otras, con la muy posible desaparición de la endémica Vaquita Marina en el Alto Golfo de California; las descargas de aguas residuales se dan en la mayoría de los casos sin tratamiento alguno; continua impunemente el tráfico y venta de especies silvestres en lugares como el mercado de Sonora en la Ciudad de México y en Charco Cerrado en San Luís Potosí.

Por si lo anterior no fuera suficiente, la zona metropolitana del valle de México vive hoy su peor crisis atmosférica en 15 años; en el 64% de los suelos del país están erosionados; el manejo de muchos de los residuos sólidos y peligrosos es inadecuado; se percibe que algunas áreas naturales por falta de presupuesto, personal y planes de manejo son sólo de papel; muchos promoventes de proyectos y actividades no se toman con seriedad el ordenamiento ecológico del territorio ni las evaluaciones de impacto ambiental; la pesca sigue siendo excesiva en algunas regiones marinas del país y, la deforestación no disminuye.

En adición a lo anterior, los costos por degradación ambiental durante 2014 tuvieron un costo para el país de 910 mil 906 millones de pesos; particularmente, la contaminación ambiental representó un 3.2% del Producto Interno Bruto (PIB). En el caso de los manglares y los arrecifes coralinos de México, estos están amenazados por el turismo de masas y desarrollo costero mal planeado, la presión demográfica, la acuacultura no sustentable, la agricultura, la interrupción de los flujos de agua dulce, la contaminación y el cambio climático.

Ante este panorama, habría que preguntarnos. ¿Tenemos el marco jurídico adecuado, las instituciones sólidas que se requieren y la política pública suficiente y necesaria para hacer frente de la mejor manera posible a los muy diversos y extremadamente complejos problemas ambientales que estamos enfrentando? ¿Les estamos dando a estas situaciones la prioridad y el carácter de urgencia que requieren? Por razones aún desconocidas, los temas ambientales nunca han sido una prioridad en nuestro país. ¿Por qué no darle la más alta prioridad a la naturaleza de la cual finalmente dependemos? El no hacerlo, simplemente sería ir en contra de uno mismo.

Hace justamente un año iniciamos estas colaboraciones con esta casa editorial por lo que aprovecho este espacio para dar las gracias por esta oportunidad así como a usted amigo lector por estar al pendiente de lo que en este espacio se comenta.

Director General del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA)

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