La semana pasada los habitantes de Reino Unido tomaron una decisión crucial: 52% de la población votó por abandonar la Unión Europea, mientras que el 48% restante votó por permanecer en ella. Esta decisión fue tomada a través de un referéndum en un proceso democrático, transparente y pacífico. Se trató de una decisión soberana tomada por la mayoría del pueblo británico y que, al no corresponder a lo que muchos observadores y analistas deseaban, ha sido ampliamente cuestionada. No ha faltado quien ha sugerido la existencia de una falla democrática y hay incluso quienes han cuestionado la idea misma de usar a la democracia directa para dirimir temas tan importantes para una nación (como si fuese preferible que eso lo decidiera una minoría ilustrada o tecnocrática).

La interpretación más simplista de los resultados concluyó rápidamente que los votantes británicos son unos tontos, que ni siquiera sabían lo que votaban o que de plano son racistas o xenófobos. Otros, un poco más sofisticados, aludieron a un cuadro que mostraba una división generacional: los jóvenes votaron mayoritariamente por quedarse dentro de la Unión Europea, mientras que los viejos votaron predominantemente por salir. No faltó entonces quien llegara a decir que los viejos les habían robado el futuro a los jóvenes.

En realidad, lo más importante para intentar comprender mejor los factores detrás del voto británico es que la brecha generacional no fue la única existente en esta votación. Las otras brechas (quizás incluso más importantes) tuvieron que ver con la educación de los votantes y con sus ingresos: los votantes de menor educación y nivel de ingreso votaron mayoritariamente por salirse de la Unión Europea, mientras que los votantes más educados y de mayores ingresos votaron por quedarse dentro. Aquí cabe preguntarse qué explica este comportamiento. Una posibilidad real es que los votantes menos educados y más pobres decidieran castigar un sistema económico y político que les había prometido mejoras en su bienestar, las cuales nunca se materializaron. De hecho, en los últimos años segmentos importantes de la población británica se han visto afectados por múltiples problemas: salarios estancados, escasez de vivienda, problemas de acceso al sistema de educación y salud, incremento de la pobreza, etc.

Así, es muy probable que lo que entonces haya mostrado el referéndum británico es que los procesos de integración económica no pueden continuar como hasta ahora. Es decir, que no es fácil combinar simultáneamente una apertura comercial indiscriminada, una apertura a flujos migratorios significativos y un desmantelamiento de los esquemas de protección social. Lo primero puede conducir a procesos acelerados de desindustrialización, al cierre de fábricas y a pérdidas significativas de empleo industrial y bien remunerado; lo segundo puede producir competencia importante en empleos que requieren pocas calificaciones y a presiones significativas en el mercado de vivienda, lo que afecta principalmente a los trabajadores de menores ingresos; por último, lo tercero afecta fundamentalmente a aquellos segmentos de la población más vulnerables, a los que necesitan un esquema amplio de protección social para poder enfrentar posibles choques externos como pérdida del trabajo o problemas de salud. Esta tríada, por lo tanto, puede conducir a generar demasiado estrés, ansiedad, enojo y rechazo dentro de los segmentos afectados. Por ello, es probable que hayan sido estos factores reales, de carácter económico, los que estuvieron detrás del voto de la mayoría de los británicos, y no necesariamente aquellos vinculados al odio, al racismo y a la xenofobia. Es posible entonces que la salida del Reino Unido de la Unión Europea no haya sido sino un reflejo del malestar con la globalización, una globalización que tiende a beneficiar a unos cuantos y que deja en el camino múltiples damnificados. Esto no quiere decir que la globalización o la integración económica deban detenerse, pero sí que quizás debemos hacer un alto en el camino y repensar la mejor manera de proceder con la integración, es decir, buscar y promover una integración económica más humana que se haga cargo de los costos sociales, económicos, políticos y distributivos que genera. Ojalá que se haya aprendido la lección.

Economista

@esquivelgerardo

gesquive@colmex.mx

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