Más Información

Sheinbaum se reúne con José Medina Mora en Palacio Nacional; asumirá la presidencia del CCE el 10 de diciembre, detalla

EU entregó a México lista con nombres de espías rusos, reporta el NYT; el gobierno mexicano los dejó quedarse, dice

Embajada de EU pide información sobre paradero de Ryan Wedding, exatleta ligado al Cártel de Sinaloa; recompensa es de 15 mdd

Sheinbaum entra a la lista de las 67 personas más elegantes de 2025; The New York Times destaca los bordados mexicanos en su indumentaria

“Es un camino largo, pero con amor lo hace uno”; peregrinos de diversos estados comienzan a llegar a la Basílica de Guadalupe
La desintegración del orden poscolonial y de la Guerra Fría no ha terminado. La instalación del Estado Islámico (EI) en el corazón de Irak-Siria y otras manifestaciones del autoritarismo/totalitarismo islámico desafían el consenso cuasi unánime sobre la preeminencia de la democracia como sistema universal y el compromiso internacional sobre los derechos humanos conseguido con el fin de la Guerra Fría. China y, en reincidencia, Rusia también retan ese consenso.
A la crisis migratoria desatada por la guerra civil en Siria, la desintegración de Irak como secuela de la guerra absurda de George W. Bush y la instauración del EI en medio de ambos se suma el triste destino de la aclamada primavera árabe, que ha provocado su propia diáspora desde el corazón de África. Nada más desgarrador y agobiante que las imágenes y números del éxodo de civiles de todas las edades y condiciones en busca de refugio en Europa, Australia y EU, los países comprometidos con el paradigma de la paz de la posguerra fría.
Europa y los aliados del Atlántico Norte, casi en su totalidad, responden abriendo sus puertas a los refugiados. La pregunta ahora es si este acto humanitario y de respeto a las convenciones internacionales de derechos humanos alentará el éxodo además de paliar el sufrimiento o si disuadirá a las fuerzas contendientes para encontrar arreglos políticos que reduzcan la violencia y la expulsión de gente. Surgen de inmediato respuestas negativas. A menos que haya un acuerdo internacional entre las potencias con intereses en la región: la OTAN, Rusia, Irán, e Israel, no es posible pensar que la situación mejorará por sí sola. Ni en Siria ni en Irak hay motivos para que los grupos en pugna lleguen a acuerdos, con excepción quizá de la amenaza del Estado Islámico que se abre espacio en sus territorios. Tampoco los países de la Península Arábiga cuentan con fuerza suficiente para detener su avance en Yemen y otras zonas.
En el espectro de ideologías no democráticas la versión del Islam que propone el EI destaca como la más extrema por su carácter totalitario. En los territorios que ha ocupado impone a la población que domina las modalidades más abyectas de sujeción, desde la esclavitud sexual de las mujeres, el reclutamiento de niños para la guerra y la muerte para cualquiera que disienta de sus términos.
Mientras las fuerzas externas que pueden contribuir a extirpar el cáncer del EI no se decidan a apoyar directamente el combate contra él en el terreno y se limiten a incursiones aéreas y vigilancia marítima no es factible poner un freno ni hacer retroceder a esa fuerza que ya ha conseguido imponerse como gobierno de facto.
El fenómeno de las migraciones en todo el globo tiende a convertirse en una corriente permanente originada en condiciones socioeconómicas, políticas y de violencia adversas o simplemente insoportables para vastos grupos de la población. La institucionalidad del sistema de Estados surgido del nuevo orden mundial no tiene capacidad para responder a las necesidades de sus poblaciones. Esto ocurre porque no ha sido capaz de inducir acuerdos que remonten los rezagos sociales, ambientales y políticos que la realidad actual de una sociedad globalizada acarrea. No se saldrá del círculo vicioso mientras no sea reconocido que, al lado de la fuerza, es necesario el consenso y que éste requiere garantía de satisfacción a necesidades básicas, seguridad y medios para dar sentido a sociedades que lo pierden en la desesperanza a una velocidad sin precedentes. Sin estados eficaces que reformen el poder y lo sometan a los términos de una aceptable democracia constitucional y que rindan cuentas, la desintegración que observamos se acrecentará. Las migraciones tienen un común denominador: el fracaso de los sistemas políticos para gobernar; para responder a los retos económicos, sociales y políticos del presente. Su reforma es imprescindible.
Director de Flacso en México.
@pacovaldesu
Noticias según tus intereses
[Publicidad]
[Publicidad]








