¿Alguien recuerda alguna propuesta política seria en las actuales campañas electorales? Es muy improbable, ya que éstas se ha caracterizado por la pobreza y “suciedad” en el discurso. Durante lo que lleva el proceso, a partir de octubre del 2014, la población sólo ha podido presenciar acusaciones y ataques de diversa índole, a través de medios de comunicación, así como denostaciones por la vía de los spots, de unos candidatos contra otros.

Desde denuncias por presunta coacción del voto, hasta campañas negras armadas con señalamientos de renta de aeronaves; casas y terrenos no declarados; deudas pendientes que se dejaron en cargos públicos anteriores; llamadas telefónicas intervenidas; viajes ostentosos de familiares; acusaciones de enriquecimiento inexplicable, entre otras, la guerra sucia ha alcanzado a actores de todos los frentes y niveles políticos, quienes más allá de romper con este círculo vicioso, han dado continuidad a los ataques, condenando el proceso electoral a la vacuidad.

Además, en estas campañas se han podido observar violaciones flagrantes a ley electoral. Desde hace 8 meses que inició el proceso electoral, la Fepade ha recibido poco más de un millar de denuncias por la presunta compra y coacción del voto, por el uso de programas sociales por parte de funcionarios e incluso relacionadas con el crimen organizado.

Según expertos, también ha salido a relucir que la reforma electoral de 2007, en la que se prohíbe la propaganda con expresiones calumniosas, contiene fallas, porque dejó la puerta abierta a otras expresiones en mítines, redes sociales, lo que ha generado que la ley sea violada, ya que las redes sociales han sido el vehículo para las campañas negativas, que encuentran en estas plataformas el espacio donde la sociedad expresa su avidez por el linchamiento de la clase política, pero sin ningún tipo de análisis de fondo.

En buena medida, por este exceso de ataques y por la ausencia de propuestas, las campañas en el país de poco han servido para dar a conocer las plataformas electorales —tal vez inexistentes— de los candidatos; y por ello previsiblemente tampoco servirán para influenciar la intención del voto entre la ciudadanía. En cambio, para lo que sí han servido las campañas es para trivializar la política, para causar daño a políticos a los que sus rivales han buscado desacreditar y, en concreto, para evidenciar la total ausencia de sensibilidad de nuestra clase política, en tiempos especialmente efervescentes, hacia las demandas sociales de paz, seguridad, empleo.

Es un hecho que quienes pretenden ocupar un cargo público están sujetos al escrutinio de la sociedad; pero de ahí a que una campaña, pensada idealmente para divulgar una plataforma de propuestas, se convierta, literalmente, en un campo de batalla entre los políticos, permite ver al electorado que no existe entre éstos preocupación alguna por los verdaderos temas de interés nacional, ni un empeño por llevar a cabo proyectos en pro de la sociedad, sino, solamente, por ganar el poder.

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