La cabeza de la institución que media entre todos los actores del sistema político mexicano, Lorenzo Córdova, presidente del INE, fue el último objetivo de la guerra sucia que ha caracterizado a la actual campaña electoral. Cometió un error, sin duda, pero al final del día el principal afectado no es él, sino la institución a la cual representa. Cuando el árbitro queda cuestionado, es puesta también en duda la integridad de la autoridad encargada de velar por la limpieza del juego.

A escasos días de los comicios del 7 de junio se divulgó en las redes sociales una conversación telefónica entre el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, y el secretario ejecutivo del Instituto, Edmundo Jacobo Molina. En la grabación se escucha al primero hacer mofa de la forma de hablar de un supuesto dirigente indígena con quien se había reunido un mes antes.

Córdova se disculpó ayer mismo de los comentarios. Fue un error sin duda. Burlarse de la forma de hablar del integrante de un grupo implica una visión sesgada del conjunto social al que dice pertenecer dicho interlocutor. Discusión ulterior amerita si, como resultado de los dichos, el funcionario electoral ocupa una alta posición de mediación incompatible con los prejuicios que demostró.

En cualquier caso, lo seguro es que el consejero presidente no saldrá inerme del golpe. Sea cual fuere su motivación, varias personas ya han expresado repudio, algunos de ellos en medios de comunicación, en contra de las palabras del funcionario electoal. El objetivo del difusor del audio, dañar cuando menos en parte la imagen del presidente del INE, fue exitoso.

La otra pregunta pendiente es: ¿quién intervino las comunicaciones de Lorenzo Córdova y con qué fin distribuyó la grabación justo ahora? La sospecha recae sobre un actor con dos características: un grupo o un personaje afectado por las decisiones del actual consejero presidente del INE y que cuenta con los recursos para infiltrarse en las redes privadas de un funcionario de alto nivel. No cualquiera tiene la capacidad operativa.

El error del consejero Lorenzo Córdova no diluye la ilegalidad del acto que captó la conversación. La grabación y difusión del audio demuestran algo peor: ya no le basta a los actores políticos con espiar a sus adversarios, ahora lo hacen también con el árbitro electoral, aquel sin cuya credibilidad es imposible un resultado confiable. Pierden todos con esta estrategia, sobre todo los ganadores del próximo proceso.

Lo dicho por Córdova es lamentable. Así como el hecho de que cada vez se amplía más el rango de hasta dónde son capaces de llegar los espías con tal de satisfacer sus intereses. Quizá grabar enemigos no es lo peor que están dispuestos a hacer.

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