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A raíz de los recientes comicios celebrados en Reino Unido, en los cuales David Cameron fue refrendado como primer ministro, el país europeo enfrenta una disyuntiva política con repercusiones económicas, políticas y sociales de gran calado a nivel interno y en su relación con el resto de la Unión Europea.
Cameron —un euroescéptico de tiempo atrás y quien en campaña reiteró una vieja intención de llevar a cabo un referéndum en todo el reino sobre su permanencia en la Unión Europea— ha puesto en duda el futuro de esa nación, para la cual se abre un complejo debate político-económico a nivel interno, pero también uno que coloca en entredicho el porvenir mismo de toda la Unión Europea.
La posibilidad de la salida de Reino Unido de la Comunidad Europea proviene de problemáticas internas muy controvertidas entre la población —como los masivos flujos migratorios, las cuotas que se pagan a la Unión Europea o el acceso de los comunitarios a las ayudas estatales británicas— y coloca en jaque todo el sistema económico europeo, dado que Reino Unido es la tercera economía más grande de la región; pero asimismo a la economía del país, que podría enfrentar pérdidas tal vez equivalentes a 14% de su PIB, pues especialistas preven que está propuesta frenará los planes de inversión de empresas automotrices, bancos y otras firmas internacionales con presencia en las islas británicas.
David Cameron, del Partido Conservador que consiguió la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, ha dejado claro que la prioridad en su agenda es acelerar las negociaciones sobre la situación de la isla en Europa; asimismo, dio a conocer que conversó ya con líderes europeos —que rechazan esta iniciativa— sobre la búsqueda de una nueva relación entre su país y la UE, por lo que se prevé que la consulta anunciada para 2017 podría adelantarse incluso para finales del próximo año. Encuestas muestran que en la actualidad alrededor de 45% de los británicos aprueba la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea, y alrededor de 40% está en contra. Sin duda cualquiera de los escenarios que este referéndum propicie, tendrá importantes repercusiones regionales.
Sin embargo, Cameron tendrá antes que conciliar con el Partido Nacionalista Escocés (SNP), abiertamente europeísta y que en los comicios recientes obtuvo una victoria sin precedentes al obtener 56 de los 59 escaños que Escocia tiene en Westminster. Si en las urnas el Reino Unido decidiera su salida de Europa, es claro que los nacionalistas escoceses optarían por la independencia. Por ello lo que está en juego es el bienestar social y económico de un país en toda su configuración, tanto externa —a nivel Europa— como internamente —entre Inglaterra y Escocia—.
Es complicado aventurar un resultado sobre este caso, sin embargo, para Cameron la prioridad debe ser equilibrar a los euroescépticos conservadores de su partido con los europeístas, y en concreto, mantener la unidad y estabilidad del país.
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