Las finanzas de Petróleos Mexicanos se deterioran. En vísperas de la reforma energética, tal escenario podría parecer adverso, y lo es, en la medida que demuestra falta de recursos en un momento en que las empresas petroleras se preparan para competir entre sí por el negocio de los hidrocarburos. Pero también es una oportunidad, una coyuntura propicia para, como resultado de la crisis, sanear a Pemex y convertirla de nuevo en lo que durante décadas dejó de ser: una empresa eficaz.

El Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos (Pemex) aprobó una adecuación a la baja en el presupuesto 2015 de la empresa por un total de 234 mil 984 millones de pesos, casi cuatro veces más que el recorte a su gasto por 62 mil millones de pesos anunciado por las autoridades hacendarias como consecuencia de la caída en los precios del petróleo.

¿Qué implica? Cancelación de las plazas vacantes de trabajadores que este año se jubilan; cancelación de la contratación temporal de personal de confianza para cubrir comisiones, vacaciones, permisos e incapacidades; restricción a la contratación de nuevo personal, entre otras medidas.

No son buenas noticias, pero sí son lógicas y no sólo por la situación actual sino por la acumulada. La producción de crudo ha disminuido en casi un millón de barriles diarios desde 2004, cuando se llegó al máximo hasta 2013. Contradictoriamente, en ese mismo lapso el número de plazas en la empresa aumentó de 120 mil a 160 mil empleados, lo cual es un absurdo. Ninguna empresa en el mundo contrataría a más personas mientras al mismo tiempo recibe menos ingresos.

Incluso si la situación de Pemex fuera sana, en un contexto de competencia le sería imposible ofrecer mejores servicios que las entidades privadas, o mejores precios, porque sus costos de producción son mayores.

Más allá de que la apertura del sector a capital privado podría generar empleos vía la inversión nacional y extranjera, lo primero que hace falta hacer es parar el desangrado de la empresa que aun aporta la mayor parte del gasto público mexicano.

En esa labor también está involucrado el gobierno federal. Ojalá fuera únicamente en el ámbito económico; es necesaria su intervención también en el aspecto de seguridad. En 2014 Pemex alcanzó la cifra histórica de 4 mil 127 tomas clandestinas. Este año, se dio a conocer, el robo se esparció a todo el país. En total, las pérdidas superan los 19 mil 417 millones de pesos, una décima parte del recorte recién concebido.

Si los propios petroleros y el resto de los mexicanos quieren que Pemex sobreviva, medidas duras son necesarias, acciones que debieron tomarse hace años.

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