Hay dos razones por las que al ciudadano común que paga impuestos le tendría que importar que las tiendas de conveniencia no colaboren con el gravamen a alimentos procesados, ni vayan a ser auditadas por ello.

Primero, porque el Servicio de Administración Tributaria (SAT) sí se ha puesto rígido con la evasión de las personas físicas. La medida, combinada con los incrementos aprobados en la reforma fiscal, ha traído consigo buenos resultados para las arcas públicas. La captación de impuestos a mayo de este año dejó recursos por un billón 40 mil 768 millones de pesos; es decir, un aumento de 28.2% en relación con el mismo periodo de 2014.

Sin embargo, hay que decirlo también, los contribuyentes cautivos, otra vez, fueron quienes aportaron la mayor cantidad de ingresos vía el ISR.

La segunda razón que habría de preocupar a la ciudadanía es la ligereza con la que la autoridad se está tomando el quebrantamiento de una obligación fiscal. Según denuncia de las tiendas de autoservicio, el impuesto en cuestión ha sido evadido por las tiendas tipo Oxxo desde hace 15 años. El SAT afirma que no tiene planeado auditar a las empresas presuntamente evasoras. ¿La misma tolerancia se tendría con cualquier moroso?

Es ahora más importante que nunca una recaudación fiscal amplia y eficiente porque hasta mayo de 2015 las ventas petroleras —desde hace décadas la principal fuente de ingresos del país— bajaron en 40.6% respecto de lo reportado el mismo periodo del año pasado. La expectativa de los especialistas es que los bajos precios de los hidrocarburos se mantendrán así al menos en lo que resta de la década.

La alternativa del déficit fiscal o del endeudamiento es muy riesgosa, ya se ve lo sucedido con Grecia en los últimos años. Por lo tanto, la recaudación de impuestos y el ahorro son las únicas herramientas del gobierno federal para cubrir las muchas necesidades del país.

Una vez más la pregunta: ¿habría que tener consideraciones especiales con los productores de sándwiches y tortas empaquetadas, entre otros alimentos procesados? No está de más recordar que representan una de las principales fuentes calóricas en un país campeón en sobrepeso y obesidad.

Podrá argumentarse, como alguna vez se hizo con el impuesto al refresco, que los alimentos sanos no siempre están al alcance de toda la población y, por lo tanto, encarecerlos afectaría también a los más pobres. Habrá que ver. Incluso si la premisa fuera cierta, otras medidas pudieran tomarse para compensar la ausencia de ese factor de la dieta mexicana.

En tiempo de austeridad como el actual, el Estado debe esforzarse más en demostrar piso parejo en el cobro de impuestos.

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