Intenso y agitado inició 2016 en México; en tan sólo 19 días han ocurrido varios acontecimientos en los más diversos aspectos la vida pública que en otra época o lugar hubieran sido noticias difundidas, analizadas y discutidas a lo largo de semanas o meses, pero ahora no hay tiempo. No acabamos de enterarnos de una, cuando surge otra situación que eclipsa a la anterior, sin importar qué tan relevante parecía la precedente. La capacidad de asombro de los ciudadanos está puesta a prueba permanentemente.

Pareciera que la tensión, la incertidumbre y las señales contradictorias serán constantes en este año. Así lo anuncian pronósticos e indicadores económicos: los primeros, que prevén el crecimiento de nuestro país incluso superior al de otros años, los segundos que presagian que seguirán las dificultades del peso frente al dólar.

De similar manera, nuestra vida política ya da cuenta de elecciones muy competidas, no exentas de fricciones; no obstante, fuerzas y partidos políticos adelantan detalles de sus respectivas agendas legislativas y programáticas en las que abundan coincidencias sobre las cuales parece factible construir acuerdos. En lo social, no sólo es creciente el interés de la gente sobre lo que ocurre en la vida pública y le indigna; también es cada vez mayor su involucramiento activo en todo lo que le entusiasma y da motivo de esperanza.

Así como genera un buen estado de ánimo el comportamiento general de la economía (aunque nunca será suficiente), de la misma manera que provoca optimismo el funcionamiento eficaz de las instituciones de inteligencia y seguridad nacional, al igual que se constata el avance de los programas que mejoran la calidad de vida de quienes más los necesitan, parecieran causar desaliento las noticias que no dejan de surgir sobre aparentes malos manejos de recursos públicos.

En tal escenario, mucho más que reaccionar ante acontecimientos, es preciso tratar de anticiparse, hacer un esfuerzo para gestionar de mejor manera la agenda pública y generar mayor certidumbre.

Por eso es necesario hacer política, legislar y aplicar la ley, así como esforzarnos para que prevalezca el Estado de derecho, único que brinda certeza sobre el comportamiento de quienes conforman el conjunto social y confianza mutua, en un clima plenamente democrático, hasta donde eso es posible. Tal es el reto que enfrentamos los mexicanos en este momento.

La sociedad inquieta y demandante está haciendo su parte, a las autoridades corresponde apegarse a la legalidad y, en particular a los legisladores, nos toca trabajar mejor; esto es, hacer que el Poder Legislativo sea más ágil, eficaz y cercano a las personas, que se complemente y aplique plenamente el régimen de transparencia, que se culmine exitosamente la implementación del nuevo sistema de justicia y que se multipliquen y hagan efectivos los derechos sociales. Esas son las preocupaciones ciudadanas y, al menos para los diputados del PRI, las prioridades legislativas.

Coordinador del PRI en la Cámara de Diputados

@CCQ_PRI

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