¿Que el espeluznante crimen de la colonia Narvarte fue causado por una “manzana podrida”? ¿Que una de las víctimas (se conjetura) tendría alguna relación con una banda de maleantes?

Mal resuena esta “versión” con el tambor de las siguientes palabras: “La delincuencia tiene nexos, tiene puentes con diferentes gremios y actores de la sociedad. Y es cuando lamentablemente vemos asesinatos de empresarios que les lavaban dinero, notarios públicos que les escrituraban propiedades o funcionarios públicos, principalmente policías o personal de procuración de justicia, que trabajaban bajo sus intereses… Y aquí es el mensaje que les quiero dar a todos ustedes. Lamentablemente algunos de los colaboradores o trabajadores de los medios de comunicación tienen vínculos con estos grupos, y también están expuestos ante esta situación. ¿Qué les quiero pedir compañeros, compañeras? Y se los digo por ustedes, por sus familias, pero también por mí y por mi familia porque si algo les pasa a ustedes, al que crucifican es a mí... ¡Pórtense bien!, todos sabemos quiénes andan en malos pasos... Todos sabemos quiénes tienen vínculos, quiénes están metidos con el hampa. Pórtense bien, por favor, se los pido. Vienen tiempos difíciles que al final del día van a ser tiempos mejores para esta región. Vamos a sacudir el árbol y se van a caer muchas manzanas podridas... Y solamente se van a ver afectados quienes de alguna u otra manera tienen alguna vinculación con estos grupos criminales. No hay que confundir libertad de expresión con representar la expresión de los delincuentes a través de los medios. Son dos conceptos muy diferentes. Yo se los pido de corazón… no se expongan, quienes de alguna u otra manera tienen alguna vinculación, dejen de tenerla. No les conviene. Se los digo con toda sinceridad… Quienes verdaderamente no tienen ningún vínculo, no tienen nada de qué preocuparse, pero quienes sí, prepárense... Eso me pidió la sociedad... No se metan con los delincuentes, son gente mala, que no tiene principios, no tiene valores. En algunos casos ni siquiera es el dinero lo que los mueve, sino el poder. Si ustedes creen que tienen amigos, no tienen amigos, no tienen corazón, no tienen alma”.

Cito literal las palabras del gobernador Duarte a periodistas semanas antes de la muerte de Nadia Vera, Alejandra Negrete, Mile Virginia Martín y el fotoperiodista Rubén Espinosa. Las palabras parecen pertenecer a una trama de novela si puestas al lado de la conjetura de una “manzana podrida” entre las víctimas:

“Deja de tomar fotos, si no quieres acabar como Regina” —Rubén Espinosa dijo escuchar cuando participaba en una ceremonia de Noseolvide a la periodista Regina Martínez, asesinada en su propia casa, cuya muerte, según la investigación oficial, se debió a un “crimen pasional” (¿la proximidad de una “manzana podrida”?), crimen que fue confesado bajo tortura y negado cuando el chivo expiatorio pudo respirar algo que no fuera agua de tehuacán.

El pleito es por la versión de los hechos. Nadie puede negar las muertes —ni las de los periodistas ni las de los cientos de miles de caídos por la violencia reciente en el país—. Lo que se puede hacer, si no se tiene la voluntad de remediar de fondo el horror, es armar una trama. Lo que importa es la narración que se arme de los muertos. Victimizar a las víctimas es más fácil que romper con la corrupción o la ineficiencia. Ahí está una lucha por la que caen periodistas en el frente. ¿Dejaremos que sean “manzanas podridas” en esta ficción? No.

Lo podrido está en otro sitio, y los periodistas mexicanos asesinados este año se llaman Moisés Sánchez Cerezo (asesinado en enero), Manuel Bautista Raymundo (en abril), Armando Saldaña Morales (en mayo), Ismael Díaz López (en junio, con arma blanca en su domicilio), Gerardo Nieto Álvarez (también en junio), Filadelfo Sánchez Sarmiento, Juan Mendoza Delgado (dicen que lo atropelló un coche) y en el mismo julio se agrega a la lista Rubén Espinosa.

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