Uno de los problemas centrales de nuestra desvalida democracia tiene que ver con la representación. Con ese sofisticado mecanismo que hace presente a los ausentes y habla en su nombre. En otros países con un sistema democrático hemos visto expresiones de una crisis que sintetizan el malestar en gritos como: “no nos representan”, 15-M en España, o “que se vayan todos”, en Argentina en 2002. Aquí en México lo más cercano fue el grito contra la violencia de “estamos hasta la madre”, que lanzó Javier Sicilia en 2011. Frente a un sistema político con graves deficiencias de representación, ¿cómo estamos hoy en México?

Mucho se ha escrito sobre el déficit democrático. Algunos de los principios de la representación según Bernard Manin en su libro clásico, The principles of representative government (1997), son, en síntesis: la independencia parcial de los representantes, la libertad de expresión, las elecciones libres y el debate de la agenda. Aquí tenemos una independencia casi completa, una cosa es la promesa y otra la política pública; México es un caso ideal de “promesas incumplidas” (Bobbio), se promete el paraíso y se termina en el infierno. Sobre la libertad de opinión todavía estamos en la pelea para tener un espacio más libre, sobre todo ahora que los periodistas son víctimas del crimen organizado. Hay un cambio en la credibilidad y las formas de información, crecen las redes sociales y decrecen los medios tradicionales. En una reciente encuesta de Parametría se muestra cómo ha crecido la desconfianza en los noticieros de televisión hasta llegar a un 83%, más del doble que hace diez años. Sobre las elecciones libres no se ha logrado tener una confianza plena; el voto mayoritario está sometido a la compra y al clientelismo. En la discusión pública, tenemos un modelo en el que dominan los spots y el debate es escaso.

El vínculo más importante entre representantes y representados es la confianza. La construcción democrática mexicana se hizo mediante las alternancias, pero el resultado fue un pluralismo débil en donde los programas y proyectos perdieron sus diferencias y se empalmaron en una gama de grises difíciles de distinguir, sobre todo PRI y PAN. Por eso, siete de cada diez ciudadanos no se sienten representados por la clase política (Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, IFE, Colmex 2014). El abuso del poder y la reproducción de un sistema plagado de corrupción nos ha llevado a bajar 28 posiciones en el índice de Transparencia Internacional, en donde pasamos del lugar 95/176 al sitio 123/176. Otro indicador de la desconfianza en la autoridad es la bajísima cifra sobre las denuncias; más del 90% no llegan ante la autoridad porque se considera que no sirven de nada. La falta de representación y la desconfianza disminuyen el apoyo a la democracia e incrementan el desinterés en lo público. A una parte de la sociedad ya no le interesa si estamos en una democracia o si regresamos a un sistema autoritario.

La gran desigualdad salarial tampoco ayuda mucho. En un país con la mitad de la población en condiciones de pobreza, con alta precariedad laboral y empleo mayoritariamente informal, hay una élite burocrática con salarios y prestaciones de privilegio. En ese sector están los árbitros de las contiendas electorales, los que imparten justicia, los que hacen las leyes, en suma, los que gobiernan el país. ¿A qué sabe el hecho de que algunos privilegiados nos digan que no se pueden bajar el salario (como un gesto mínimo de solidaridad) porque la ley “lo prohíbe”, como dijo el Tribunal Electoral al INE? El contraste es abismal: hay millones de trabajadores en el país que no llegan a la quincena; miles y miles tienen que aguantar la precariedad burocrática porque muchas veces no les pagan durante meses y lo que reciben al final es ridículamente chiquito comparado con los burócratas privilegiados. También por ahí atraviesa la representación.

Para una mayoría de ciudadanos la clase política sólo representa sus intereses particulares y de grupo, por eso la próxima sucesión presidencial tendrá en el centro la demanda por una representación real. ¿A quién representan los políticos?

Investigador del CIESAS

@AzizNassif

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