En unos cuantos días el trumpismo nos ha colocado a las puertas de una crisis muy importante. Antes del 20 de enero la incertidumbre dominaba el ánimo sobre lo que podría pasar en la relación entre México y Estados Unidos; ahora se ha empezado a definir el horizonte. Llegó una nueva etapa de tensiones, enfrentamientos y quizás rupturas con el vecino del norte. Todavía se debate qué nombre tiene el escenario, si es una guerra o sólo una crisis. A la guerra se le añaden si es comercial, diplomática, migratoria y/o económica. En México no hay duda de que vamos a un grave conflicto que puede durar varios años y que modificará las relaciones, por lo menos durante la administración trumpista.

Durante meses se escribieron muchos artículos cuyo objetivo fue caracterizar al personaje para entender sus dichos, acusaciones y múltiples agresiones. Después vino una fase en donde el interés fue calcular los escenarios, lo que podría venir en el futuro inmediato, primero con el análisis electoral y, después del 8 de noviembre, con lo que podría ser esa presidencia. Ahora sabemos que todo era cierto: que el personaje es real y que es un enemigo muy peligroso al que nos tenemos que enfrentar, más allá del insulto y la violencia que nos pueda generar. A Trump se le ha llamado fascistoide y psicópata, rompe con las formas políticas y genera malestar.

El conflicto del trumpismo con México ya tuvo resonancia internacional. Somos un objetivo directo de sus agresiones y hostilidad, al que ya se han sumado los musulmanes de siete países que tendrán restricciones para entrar a Estados Unidos. Varios funcionarios y políticos profesionales del Departamento de Estado han renunciado ante la barbarie que ha llegado. Más tardó en sentarse en la oficina oval (hoy con cortinas doradas), que en empezar a destruir los avances de la administración Obama, como el sistema de salud y la autorización de dos oleoductos (Keystone XL y Dakota Acccess) detenidos por los daños al medio ambiente. También suprimió recursos a programas de salud femenina, quizá como una venganza frente al Women’s March, y amenazó con el retiro de los fondos federales a los alcaldes que han declarado ciudades santuario para proteger a inmigrantes. Al mismo tiempo, le dio cobertura a Netanyahu en Israel para que violaran la prohibición internacional de seguir con la expansión colonial en Palestina (El País, 25/I/2017). En conclusión, como dice Paul Krugman, las cosas en Estados Unidos sólo pueden empeorar (The New York Times, 25/I/2017).

¿Cómo está nuestro país? Con tuits y órdenes ejecutivas el trumpismo va por el muro en la frontera, amenaza con un arancel de 20% las importaciones de México y quiere romper el TLCAN. La respuesta puede verse en varias dimensiones, primero la parte gubernamental que ha tenido una actitud débil y dudosa. Con este gobierno —que tiene la más baja aprobación en décadas— vemos a un Presidente sin la capacidad para enfrentar la crisis. Se ha usado el recurso de la unidad nacional, pero resulta complicado construirla con los niveles de desconfianza ciudadana en la autoridad. Los efectos de la crisis en el terreno diplomático son visibles, pero ha faltado estrategia política y astucia. Nuestra economía ya reporta los primeros síntomas, el peso sigue en caída devaluatoria; el gasolinazo mantiene la protesta social y en enero se registra la inflación más alta en 18 años (EL UNIVERSAL, 25/I/2017). Transparencia Internacional reportó una caída de 28 posiciones porque México pasó al sitio 123 de 176 países (El Financiero, 25/I/2017). Y para completar el cuadro, el relator especial de Naciones Unidas, Michel Forst, declara que se mantiene un grave patrón de violencia en contra de defensores de derechos humanos y periodistas (La Jornada, 25/I/2017). Con este rompecabezas resulta complicado que se atiendan los llamados a la unidad nacional y al patriotismo.

¿Se puede construir la unidad nacional con el México de hoy? Con partidos desprestigiados, con élites políticas abusivas, con una tecnocracia entregada a una lógica de globalización excluyente, y con un gobierno capturado por los grandes intereses, queda poco margen para el patriotismo…

Investigador del CIESAS.
@AzizNassif

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