Se puede entender la frustración y el enojo de los grupos que se han quedado al margen de los vientos de la globalización; se puede ver que esos grupos de Wisconsin, Michigan, Ohio y Pensilvania han visto desaparecer sus empleos porque el mundo glorioso de la posguerra es hoy sólo un recuerdo que circula por pueblos deshabitados llenos de fierros oxidados. Pero, los que han ganado con la globalización y el neoliberalismo no son los millones de inmigrantes que van al norte desde Centroamérica y México, que sólo son una expresión de estas dinámicas. Las promesas del libre comercio no han desparramado los beneficios, sino que han complicado la vida de millones de personas. El famoso TLC fue el resultado de una visión de desarrollo que aseguró las ganancias para las élites a costa de la precariedad del empleo para las masas. La próxima llegada de Trump a la Casa Blanca es una paradoja que se expresa como una rebelión de los enojados, esos que le dieron sus votos y escogieron la ruta de la extrema derecha. Cuando estalla la incertidumbre se reacomodan los intentos para explicar qué pasa hoy. La distancia entre lo que se pensaba como improbable, que Trump ganara la elección del 8-N y la realidad, genera especulación y el clima social se llena de temor y de ansiedad. ¿Hasta qué grado se van a cumplir las amenazas y qué tanto el discurso del odio se convertirá en políticas regresivas?

No hay una sola versión sobre lo que sucedió, pero hay fragmentos para armar el rompecabezas de esa rebelión. Desde la campaña se sabía que Trump había conectado con esos grupos de blancos y con bajo nivel de estudios; también se sabía que la vinculación se había construido mediante una narrativa mentirosa en donde el factor racial mezclaba la desigualdad con pulsiones que defienden la supremacía de los blancos. Esta historia falsificada apuntaba hacia los supuestos culpables, es decir, los extranjeros-inmigrantes, que son, supuestamente, los beneficiarios que se apoderaban de los empleos de los blancos. Eso fue posible por la complacencia de una clase política, de élites que permitieron esa expropiación, que firmaron acuerdos de libre comercio; por el desplazamiento que se llevó las fábricas a otros países. Pero esas élites, que se subieron a la ola globalizadora, que volaron con los vientos del capitalismo financiero, abrieron las fronteras para mercancías, información y dinero, pero prohibieron el libre tránsito de las personas. Esta defectuosa apertura precarizó a los trabajadores de afuera y a los de adentro.

No veo que Trump vaya a ser muy diferente como candidato que como presidente, está en su naturaleza. Este mercader inmobiliario siguió al pie de la letra los resultados de los focus group que le mostraron su nicho de mercado, los enojados por la globalización. Tampoco veo que vaya a cambiar su agenda de amenazas en contra de México, al contrario, se querrá legitimar con golpes espectaculares a costa de los inmigrantes, los dreamers y otras víctimas de su demagogia, para cumplirles a los enojados. Otro de los engaños es el sueño que vendió en campaña de volver al pasado de una economía cerrada que sería perjudicial para su país. Quiero ver cómo va a crear los empleos que prometió, en un mundo en donde la tecnología y la descolocación han declarado la caducidad a la época de gloria del desarrollo industrial de la posguerra.

El Trump presidente no suena más alentador que el candidato Trump. Los nombramientos de Sessions, Pompeo y Flynn son un concentrado de la extrema derecha: xenófobos, racistas y en favor de la tortura. Tiempos oscuros de la sociedad líquida nos muestran una “vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante” (Zygmunt Bauman). Ese es el escenario de un neoliberalismo rapaz que empezó con la época de Reagan, del que Trump es heredero, pero ahora con tintes de xenofobia y racismo.

El diccionario Oxford señaló que la palabra del año es la posverdad, en donde es más importante la emoción y las creencias que los hechos. Ese es el nuevo régimen que inaugura Trump. La rebelión que lidera Trump, huele a fascismo. Todavía no se ha dimensionado la gravedad del retroceso que está por llegar…

Investigador del CIESAS.

@AzizNassif

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