Por Elisa Villa Román

Alcira Soust Scaffo se ocultó durante ocho días en los baños de la UNAM para protegerse de los soldados que entraron a Ciudad Universitaria en septiembre de 1968.

Cuentan que sobrevivió tomando agua de los baños y leyendo un libro de poemas del español León Felipe.

Alcira nació en Uruguay en 1924 y llegó a Michoacán a mediados de los sesenta gracias a una beca de estudios. Trabajó como maestra rural y años después se mudó a la Ciudad de México, donde consiguió empleos temporales en la Facultad de Filosofía y Letras.

Alcira dominaba el francés y hacía algunas traducciones, pero también cuidaba los jardines de la Facultad, regaba las plantas, podaba el pasto y ofrecía bolillos a cambio de un lugar para pasar la noche. No tenía adonde ir y dormía en la Facultad, en cafeterías y en casas de amigos.

Tiempo después le permitieron trabajar por honorarios y ella usaba parte del dinero para imprimir sus poemas, que aprovechaba para repartir durante las marchas y partidos de futbol.

Una tarde de septiembre de 1968, Alcira se encontraba en los baños de la Torre de Humanidades I cuando escuchó varios disparos acercándose: eran casi 10 mil soldados entrando a Ciudad Universitaria como medida represiva previa a la masacre de Tlatelolco.

Se asomó por la ventana y vio cómo arrestaban a los estudiantes y profesores que pasaban por ahí. Alcira, quien temía que descubrieran su origen y, en el mejor de los casos, la deportaran a su país, se ocultó en los baños durante ocho días, pero algunas versiones dicen que fueron 12 y hasta 15 los que estuvo ahí.

Si los soldados pasaban por los baños donde se ocultaba, Alcira se metía a un cubículo y subía las piernas para que no la vieran por debajo de la puerta: “Me subía a la taza y ponía el seguro para que al entrar no vieran a nadie”, decía Alcira, según el testimonio de Ruth Peza, una trabajadora administrativa de la UNAM que la conoció personalmente.

Cuando el ejército salió de la UNAM, un profesor encontró a Alcira mientras inspeccionaba los baños. Alcira se recuperó en el hospital durante un mes. Algunos aseguran que quedó tan afectada que cuando estaba triste o asustada se ocultaba en el baño, el único lugar donde se sentía segura.

En “Los Detectives Salvajes”, del chileno Roberto Bolaño, se puede leer esta historia, en la que “Auxilio Lacouture” da vida a la uruguaya.  

Durante los siguientes años, Alcira Soust participó activamente en huelgas y logró escapar de las detenciones. Sin embargo, años después cayó enferma y aunque sus amigos hicieron todo lo posible por pagar sus tratamientos, Alcira tuvo que regresar a Uruguay para que su familia la cuidara en su delicado estado de salud.

Dicen que cuando llegó a Uruguay, en junio de 1988, llamó por teléfono a sus amigos para avisarles que estaba bien. Alcira murió en Montevideo a los 74 años por una infección respiratoria, en 1997.

En el archivo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se puede encontrar una copia digital del testimonio de Ruth Peza, quien narró sus recuerdos sobre la uruguaya conocida por muchos como “la madre de todos los poetas mexicanos”.  

Puedes leer la historia completa aquí: https://goo.gl/M2tsKj

 

 


Alcira (a la derecha) en 1975 | Cortesía
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