Además de la seguridad, la tecnología y la sostenibilidad, la industria turística se enfrenta a un problema cada vez más grande: la turismofobia, ese fastidio que sienten los habitantes de una ciudad al verse invadidos por turistas, un mercado que genera una derrama económica importante, pero también provoca que los precios de las viviendas y los servicios se eleven, que no se pueda caminar a gusto en las calles ni entrar a un museo sin hacer largas filas, sin contar que hay muchos extraños mal educados que dañan su patrimonio.

El secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, considera que los problemas de saturación y turismofobia que sufren algunos destinos pueden solucionarse con acuerdos con las navieras y plataformas como Airbnb, y una gestión imaginativa del crecimiento turístico.

Es un problema que no se puede ignorar y hay que actuar. Para el secretario general hay que llegar, por ejemplo, a un acuerdo con Airbnb, la plataforma dedicada a la oferta de alojamientos a particulares y viajeros, para que ningún edificio tenga permitido alquilar más del 20 % de su capacidad para uso turístico, a fin de preservar su carácter residencial.

Para Rifai, que dejará a finales de este año su cargo, el problema de turismofobia será un gran desafío al que se enfrentará el nuevo secretario general de la OMT, el georgiano Zurab

Destinos saturados

Al problema que supone para destinos saturados como Barcelona, Venecia o Dubrovnik el alquiler de viviendas, se suma el de los cruceros, que desembarcan a la vez hasta cinco mil personas que llenan el centro de la ciudad, pero prácticamente no dejan ingresos en el destino.

Los cruceristas no van a restaurantes ni cafés, ya que comen en el barco y lo único que suelen comprar son los souvenirs aunque a menudo también se los ofrecen a bordo. “Si yo fuera residente de una de esas ciudades, también me sentiría molesto”, ha apuntado Rifai, que ve la solución del problema en la renegociación de los acuerdos con las navieras en el sentido de que dejen a los cruceristas más tiempo en el destino y les ofrezcan bonos de restaurantes o de tiendas. Las navieras se llevarían una comisión y los cruceristas tendrían más opciones de ocio, y, así, “todo el mundo gana”, pero las ciudades “no muestran nada de imaginación al respecto”, ha lamentado.

Faltan medidas sensatas contra turismofobia

Si todos los residentes de esos destinos pudieran beneficiarse del turismo, “no tendríamos protestas en la calle”, como ha ocurrido este verano en algunos lugares en España y Europa.

El secretario general de la OMT afirmó que no ha visto en ninguna de las ciudades afectadas medidas “sensatas” para hacer frente al problema de saturación, al limitarse los políticos a intentar apaciguar a la gente.

Pese a los casos de turismofobia, Rifai sigue defendiendo el turismo que, a su juicio, es una fuerza “enormemente” positiva, pero se debe gestionar de forma sostenible, ya que un crecimiento sin control y sin limites “no es bueno para nadie”.

“Tenemos que ser mas imaginativos para resolver este tipo de problemas”, ya que lo fácil sería frenar a los turistas, pero es un camino “muy peligroso”, pues otros destinos tomarían relevo a Europa, advirtió.

Se debe invertir en nuevos destinos y productos que permitan quitar presión de los centros de las ciudades, lo que debe ir acompañado de incentivos fiscales a los emprendedores o medidas como un transporte gratuito para aquellos turistas que quieran visitar sitios cercanos al destino.

Los lugares de un gran atractivo turístico y muy demandados deberían ser como “imanes” para toda la región, a fin de repartir de forma justa los beneficios del turismo entre todos, ha recalcado.

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