La historia de Guillermo Echeverría es una de las más conmovedoras (y tristes) del deporte mexicano. Fue el único nadador nacional que logró un récord mundial, un hito que alcanzó en Santa Clara, California, apenas dos meses y medio antes de los Juegos Olímpicos de 1968.

El 27 de julio, con tan sólo 17 años, detuvo el cronómetro en 16 minutos, 28 segundos y una centésima, superando al estadounidense Mike Burton y poniendo a México en lo más alto de la natación internacional, en los mil 500 metros. Sin embargo, ese logro monumental fue también el inicio de una presión mediática y emocional que acabaría por destruir su sueño olímpico.

Echeverría se convirtió en un fenómeno nacional: Entrevistas, cámaras y reflectores lo siguieron a todas partes.

La fama fue su peor enemiga. La constante exposición y el asedio mediático afectaron su preparación. Ni siquiera se le permitió hospedarse en la Villa Olímpica. Su padre decidió que descansara en casa, justo frente a la Villa, una decisión que lo aisló aún más.

En la final de los mil 500 metros libre, Guillermo arrancó con fuerza desmedida. No siguió las instrucciones de su entrenador Ronald Johnson y, a mitad de la prueba, su cuerpo no resistió. Terminó sexto, lejos del podio.

Fue un desenlace injusto para quien había desafiado al mundo desde una alberca mexicana. Guillermo Echeverría murió el 24 de noviembre de 2021.

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