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No surcaron el cielo ni se elevaron por sobre los árboles de la Alameda Central como era el deseo de decenas de pasesantes y admiradores que se dieron cita el mediodía de ayer en el homenaje “100 papalotes volando en memoria de Francisco Toledo”, al que convocó la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Ni el viento, ni el hilo daban para hacer que los papalotes multicolores hechos con papel de china y diseños de monos araña, murciélagos y alacranes, que inmortalizó el artista oaxaqueño, pudieran emprender el vuelo.

Decenas lo intentaron; una, dos, tres veces. Niños corrieron alrededor de la fuente principal de la Alameda Central deseando que el papalote que acababan de realizar se elevara, pero no lo lograron; acaso se mantenía un metro arriba de sus cabezas. Adultos secundaban a sus hijos o nietos, queriendo lograr lo que era imposible; sin embargo fue un domingo dedicado a la memoria de Francisco Toledo, le lanzaron porras, gritos, bailaron la música que le gustaba, le cantaron “La Martiniana”, “La Sandunga” y “Dios nunca muere”.

Esos papeles multicolores con grabados de los seres que habitan la obra de Francisco Toledo, se unieron a la media docena de papalotes gigantes hechos por alumnos de las Fábrica de Artes y Oficios, que trajeron hasta la Alameda Central para sumarse al homenaje; también hubo papalotes traídos por los artesanos de San Martín Texmelucan.

En una breve ceremonia, y luego de que Guillermo Briseño leyera un poema en honor de Francisco Toledo, Alfonso Suárez del Real, secretario de Cultura de la Ciudad de México, aseguró que quisieron hacer un homenaje fraternal y respetuoso, “queremos despedirnos de Toledo a través de esos trozos de papel volando, los que nos permitirán agradecer su vida y su pasión al demiurgo oaxaqueño, de quien su hija, Natalia, adivinó un desenlace corporal que implica que los ojos de la noche, hechos sueños, dejen de mirarnos”.

Dijo además que en cualquiera de las facetas de su quehacer demiúrgico, “los capitalinos encontramos en Francisco Toledo el eslabón que une y unió sus goces estéticos, sus desvelos sociopolíticos, sus luchas ambientales, su defensa sin tregua del patrimonio histórico de la nación, así como su incansable celo fundador de espacios de ejercicio de derechos culturales y de dignificación de las raíces y las lenguas ancestrales de nuestra nación subsumida al vasallaje de una sola lengua, una sola historia y una sola concepción que ha sido depredadora anímica y de la naturaleza”.

Fiesta oaxaqueña. El homenaje “100 papalotes volando en memoria de Francisco Toledo” incluyó un programa de música oaxaqueña, baile con monos de Calendas que convirtieron el tributó al artista en una fiesta. No faltaron los sones de Oaxaca, los ritmos del Istmo, el adiós con música para un artista que todos nombraban. Chicos y grandes buscaron lugar ante una mesa para hacer su papalote y esperaron al final para hacer la foto con su papalote en alto; miraban al cielo para salir en la imagen del dron que sobrevolaba la Alameda Central.

Escucharon atentos cómo es que esos papalotes representan las cartas o papales que un demiurgo lanza a los cielos para vincularse con sus muertos. Fueron cien papalotes o más hechos por niños, jóvenes y adultos, por mujeres y hombres, admiradores de Francisco Toledo; recordaron al artista oaxaqueño a los nueve días de su muerte, ocurrida el 5 de septiembre.

En la Alameda Central la fiesta fue oaxaqueña, cálida, multicolor, para celebrar la obra de Francisco Toledo.

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