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Por sus contribuciones al desarrollo tecnológico en el campo de la Ingeniería Biomédica y por impulsar la creación de grupos de investigación entre la academia y el sector privado, Emilio Sacristán Rock fue el ganador del Premio Nacional de Ciencias 2017 en la categoría de Tecnología, Innovación y Diseño.

Sacristán Rock se formó como ingeniero biomédico en Estados Unidos y actualmente se desempeña como director del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M) de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa.

Entre sus principales logros destaca la creación del primer corazón artificial mexicano, conocido como Vitacor UVAD (universal ventricular assist device) que otorga un margen de tiempo más amplio en el paciente para decidir entre una recuperación o un trasplante, según sea el caso.

En entrevista, Sacristán asegura que a lo largo de su carrera su objetivo ha sido demostrar que en México sí podemos desarrollar tecnología de punta que impulse la economía y funcione para resolver problemas de la sociedad.

¿Por qué decidió aventurarse en el mundo de la innovación?

Mi motivación es mostrar que se puede hacer innovación en México y estimular a otras personas a que lo hagan. Mi motivación para lograr hacer inventos que se usen en la práctica es más que nada para que otros vean que sí se puede.

¿Cuál es la responsabilidad del científico con la sociedad?

Para mí es muy importante como científico, y sobre todo como ingeniero, hacer cosas que beneficien a la sociedad. He vivido una contradicción en México, por un lado la academia le dice a la sociedad que la tiene que apoyar porque lo que hace es el motor del desarrollo económico y, por otro lado dicen: “Pero la universidad no tiene que involucrarse para nada en cualquier cosa que sea empresarial”. Eso no es correcto, las universidades públicas tienen como responsabilidad apoyar el desarrollo de un país y para apoyar el desarrollo económico de un país uno tiene que apoyar a los empresarios y a los emprendedores, eso no está peleado. Es necesario.

¿Qué falta para que los investigadores se decidan a capitalizar el uso del conocimiento?

Un problema que yo he vivido muy fuerte es que se percibe como un conflicto de interés que un profesor universitario esté trabajando en algo que pueda tener un interés comercial. Pero la nueva Ley de Ciencia y Tecnología aprobada en 2015 dice que la participación de profesores e investigadores en la transferencia de su conocimiento, no implica un conflicto de interés. Desafortunadamente nuestras instituciones todavía no han adoptado de lleno el espíritu de esta Ley y aquí estoy hablando de mi propia institución, la UAM, pero también de la UNAM y del IPN.

Es un proceso un poco lento el de cambiar esa mentalidad de que el investigador no puede participar en nada empresarial o que tenga un fin de lucro, pero eso está en contradicción con nuestra misión de apoyar el desarrollo económico y el problema aquí es que el investigador que desarrolla nuevas tecnologías, si no se involucra en su transferencia, esta tecnología no tendrá ningún futuro, no hay manera.

Es muy importante que el investigador participe en lo que en otros países llaman la investigación traslacional, es decir, cómo convertir el conocimiento puramente académico en algo práctico para la sociedad.

¿Considera que la investigación traslacional serviría para que las universidades se volvieran motores económicos del país?

Sí, claro, definitivamente el hacer investigación traslacional es una manera de generar recursos para las instituciones públicas y las privadas. Desafortunadamente en este país seguimos viendo a la universidad y a las instituciones de investigación como meramente escuelas o gastos, cuando en realidad pueden generar ingresos.

¿Usted ha hecho algo para cambiar esta mentalidad?

Me gustaría pensar que he sido galardonado con el Premio porque he dedicado toda mi carrera a proponer y crear mecanismos para hacer transferencia tecnológica, desde crear empresas, crear el CI3M, que esta muy enfocado a la traslación del conocimiento científico. Dentro de este Centro tenemos una incubadora de empresas de donde han salido varias, hemos generado muchas patentes y hemos encontrado mecanismos para poder sacar el conocimiento y hacerlo aplicable, utilizable y eventualmente vendérselo a la industria.

Para mí, el peor gasto de inversión es generar grandes desarrollos, como podría ser la cura del cáncer, y que como no hay mecanismos para transferírselo a la sociedad, se guarde en un cajón y se cierre y nadie se beneficie, salvo el investigador que sacó sus publicaciones y recibe el apoyo del SNI (Sistema Nacional de Investigadores), pero eso a quién le sirve.

Tiene que haber mecanismos para que el conocimiento científico que desarrollamos pueda generar beneficios económicos y sociales a la comunidad. Esa es mi misión y lo que he estado tratando de hacer.

¿Qué le diría a sus detractores, a los que opinan que con el conocimiento no se lucra?

A esa gente le pondría como ejemplo: La universidad tiene 78 patentes en el cajón y por no querérselas ceder a nadie porque se las vayan a robar o a mal usar, se quedan y fenecen en un cajón y nunca nadie se beneficie. Como institución pública tenemos que, debe de ser una prioridad, apoyar el desarrollo económico del país.

Estoy de acuerdo con que la universidad no tiene necesariamente porqué lucrar, pero no estaría mal que pudiera recuperar alguna de las inversiones que está haciendo en investigación y desarrollo. He sido testigo de grandes avances científicos en este país, grandes avances que podrían beneficiar a la sociedad, a la humanidad y que se han echado a perder por esta idea de que con el conocimiento no se lucra.

Hay una idea muy romántica de que el investigador le regala al mundo el conocimiento para que haga lo que quiera, pero la realidad es otra. La razón por la que patentas no es para proteger y lucrar como investigador, el inventor que saca una patente no se vuelve rico. La patente es para podérsela dar a alguien que va invertir millones de dólares para hacer todas las pruebas y certificaciones; si no se hace eso, ningún paciente en el IMSS, en el ISSSTE, en la Secretaria de Salud va a poder utilizarlo y no va a poderse salvar hasta que no se hagan todas las pruebas y alguien va a tener que pagar el costo y no lo va a hacer el Conacyt ni el gobierno ni la universidad.

Alguien tiene que llegar dispuesto a apostar, podemos hablar de la filosofía todo lo que queramos, pero en el mundo en el que vivimos, la iniciativa privada debe financiar la investigación científica y tenemos que crear los mecanismos para que lo pueda hacer porque de lo contrario, la investigación que se hace en la academia nunca va a beneficiar a un paciente.

¿Qué falta para que los científicos se adentren en la investigación de traslación?

Desafortunadamente en México no hemos tenido una cultura de la protección de la propiedad intelectual y de la transferencia de tecnología, más bien hemos creado una cultura de las grandes universidades que son torres de marfil donde el investigador se cubre con la llamada libertad de cátedra y nadie le dice nada sobre lo que hace y dice; y la universidad está apartada por una gran muro de la sociedad. Creo que tenemos que cambiar ese modelo, la universidad tiene que estar al servicio de la sociedad.

Otro problema muy importante es que se requiere una cierta visión, por ejemplo, el corazón artificial nos tomó más de 10 años desde que empezamos a trabajar en el proyecto hasta que pudimos hacer el primer implante en un humano. Tuvimos 10 años de investigación, desarrollo y pruebas en animales antes de que pudiéramos decir: “Estamos listos”. Fueron 15 años para que pudiera ser un producto comercial.

Por eso se requiere de una cierta visión a largo plazo que a veces nos falta, sobre todo en un país en el que vivimos casi, casi en ciclos sexenales, donde es muy difícil ver más allá de seis años.

Además hay que tener cierta fe y disposición de asumir el riesgo. Muchas veces yo he puesto de mi bolsillo para apoyar mis propias ideas porque sé que nadie de afuera va a querer apoyarlas; esa visión tal vez es la que me pone a un lado de muchos de mis colegas en la universidad, quienes, en general, no estarían dispuestos a arriesgar al nivel que yo lo he hecho; no quiere decir que sean menos capaces o menos inteligentes que yo, pero a lo mejor es lo que me ha permitido a mí lograr cosas como ser galardonado con el Premio Nacional de Ciencias. A veces te topas con barreras muy fuertes y uno tiene que tener tenacidad: “Lo voy a hacer porque lo voy a hacer”.

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