Los intereses del historiador Rodrigo Martínez Baracs (8 de octubre de 1954) son tan amplios y diversos que se ha dedicado al estudio del periodo novohispano, en particular al siglo XVI, a través de temas como la vida michoacana, la Virgen de Guadalupe y Nuestra Señora de Ocotlán. Este historiador fascinado por la historiografía lingüística, bibliográfica y literaria de México ingresará esta noche a la Academia Mexicana de la Lengua como académico de número y ocupará la silla que dejó vacante el historiador Álvaro Matute.

El profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) profesa tal admiración a su padre, José Luis Martínez —quien también fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua—, que en su discurso de ingreso hablará de José Luis Martínez, editor; le responderá la lingüista, filóloga e investigadora Ascensión Hernández Triviño, viuda de León-Portilla, con quien colabora en la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística.

La pasión de Martínez Baracs por la historia se complementa con su fascinación por la lengua y la literatura, una vocación que ha encontrado cauce en varios proyectos, entre ellos la correspondencia de su padre con varios escritores, entre ellos Octavio Paz, Alfonso Reyes, Carlos Monsiváis y Miguel León-Portilla, entre otros.

Sin embargo, la búsqueda de este historiador, filólogo y escritor cubre incluso a otro historiador, escritor y bibliógrafo: Joaquín García Icazbalceta, a quien ha estudiado, junto con Emma Rivas Mata, a través de las cartas de García Icazbalceta con Henry Harrisse.

En entrevista, Martínez Baracs asegura que, como investigador, maestro y divulgador de libros de texto, siempre ha tenido un interés por la lengua como objeto de cambios históricos. “Me ha gustado escribir las cosas como se decían en su momento, siempre me ha interesado conocer las lenguas indígenas, particularmente la lengua náhuatl, y a partir de este centro que es el siglo XVI me he ido yendo poco a poco hacia otras cosas y otras investigaciones, por ejemplo hacia Joaquín García Icazbalceta, que es uno de los más grandes historiadores y escritores; él intuyó junto con su maestro Lucas Alamán que el XVI era el siglo más importante en la historia de México”.

Tributo lingüístico

El profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia señala que la lengua siempre ha sido su objeto de estudio histórico.

“Siempre me ha interesado muchísimo la evolución del lenguaje y por supuesto las lenguas indígenas de México, por eso junto con don Miguel León-Portilla y Ascensión Hernández Triviño, he trabajado muchísimo este tema en la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística. Uno de las cosas más interesantes es la llamada ‘lingüística misionera’, es decir las lenguas que los frailes que llegaron a México a evangelizar a los indios tuvieron que aprender”.

Rodríguez Baracs dice que esa lingüística generó una gran cantidad de conocimiento lingüístico y americano, generó vocabularios, gramáticas, textos de cristianización y obras históricas.

“Desde hace mucho tiempo he tenido a la lengua misma como centro de mis intereses y como un instrumento para transmitir a la verdad”.

También dice que editar cartas es muy divertido “porque los historiadores vemos la historia haciéndola”, por eso con el mismo gusto le ha dado por editar las cartas de su padre, primero fueron las cartas con Octavio Paz, que su padre le dio, que él guardó y editó hasta que José Luis Martínez murió en 2007. “Cuando murió mi padre, las volví a encontrar y me puse a transcribirlas y a editarlas igual que si tratara a mi papá como un personaje del siglo XVI o XIX, con la misma objetividad”.

Luego con Guadalupe Ramírez de Lira, quien fue secretaria de su padre, trabajó la correspondencia con Alfonso Reyes; en esos libros pone muchas notas a pie de página pensando en los jóvenes, “es nuestro deber transmitirles este tipo de información”, asegura el historiador que reconoce que él aparece en las cartas de su padre con Paz y con Reyes, “entonces también es un trabajo sobre mí mismo”, afirma.

Incluso asegura que revisar la labor de su padre y publicarla es su deber como hijo. “Debo transcribir lo que escuché en conversaciones de mi padre, yo soy mi propia fuente; en ese sentido es lo que yo puedo aportar para darle contexto”.

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