Como catedrática en el Colby College en Maine , la escritora Tilar J. Mazzeo sabe que los estudiantes cada vez leen menos, porque su prioridad son las redes sociales y los videojuegos. “En lugar de leer literatura lentamente, con paciencia y atención, prefieren estar en lo que es más fácil, pero adictivo para ellos”.

Tras señalar lo anterior, explicó que en la actualidad hay mucha ansiedad en los jóvenes , están estresados y no se toman el tiempo necesario para sentarse a leer.

Entrevistada por Notimex, la historiadora cultural dijo que, desde su trinchera, intenta revertir esa situación escribiendo novelas muy atractivas.

“Cuando escribo novelas históricas me apoyo en hechos y personajes reales, y al mismo tiempo, en una narrativa de personajes que pueden ser ficticios que me ayudan a contar la historia de una manera más atractiva y de esa forma, atrapo al lector”, señaló la escritora que está en México y toma parte en la actual Feria Internacional del Libro Judío (FILJU).

La escritora estadounidense, quien no hace mucho sorprendió al mundo con los best sellers “The widow clicquot”, “The secret of Chanel No. 5” y “Hotel on the Place Vendôme”, regresó a los aparadores literarios en español con “Los niños de Irena”, una novela que enternece en medio de un ciclón de emociones, misma que ahora promueve.

La escritora hizo esta obra a partir de la historia acaso verídica, heroica y sobre todo de supervivencia, de una mujer evidentemente valiente y aguerrida, quien arriesgó su vida para salvar a más de 2 mil 500 niños inocentes del Holocausto.

Mazzeo presenta una historia inspiradora sobre la extraordinaria y apasionante vida de Irena Sendler, una suerte de versión femenina de Oskar Schindler. Es la historia de una mujer que tomó grandes riesgos para salvar miles de niños de la muerte y la deportación en Polonia, durante la ocupación de los soldados nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Año 1942. A una joven trabajadora social, Irena Sendler, se le concedió acceso al gueto de Varsovia como especialista en salud pública. Ya dentro, fue de puerta en puerta para rescatar a los niños de las familias judías atrapadas en ese sitio. Los sacó a escondidas del distrito amurallado, convenciendo a amigos y vecinos para que los ocultaran en sus casas.

Impulsada a tomar medidas extremas y con la ayuda de una red de comerciantes locales, residentes del gueto, y su amante perteneciente a la resistencia judía, la mujer logró salvar a miles de niños de los nazis, narra Mazzeo, quien investigó que Irena realizó peligrosos viajes a través de las alcantarillas de la ciudad y hasta ocultó a los niños en fríos ataúdes.

En su afán de salvarlos, los colocó bajo abrigos en los puestos de control y los condujo a través de pasadizos secretos en edificios abandonados. Y luego mantuvo listas en secreto, enterradas en botellas debajo de un viejo manzano en el jardín de la casa de una amiga. En las listas estaban los nombres y las verdaderas identidades de todos esos niños judíos.

Estaban escritos cuidadosamente y con detalle de datos con la débil esperanza de que sus familiares pudieran encontrarlos algún día, después de que terminara la Guerra Mundial, sin embargo, la bondadosa mujer no pudo prever que más del 90 por ciento de todas esas familias moriría a lo largo del conflicto que sacudió al mundo a mediados del Siglo XX.

La autora relata que en 2009 fue por primera vez a Polonia. “Creí que serían vacaciones. Mi hermano y su esposa trabajaban para el Departamento de Estado de Estados Unidos y vivieron en Cracovia unos años. Antes estuvieron un tiempo en Breslavia, y atestiguaron la integración del país a la Unión Europea y su rápida transformación poscomunista”.

Los tres crecieron católicos, aunque ninguno tuvo un interés particular en la religión. “A diferencia de Varsovia, Cracovia escapó de ser bombardeada o arrasada por completo al final de la Segunda Guerra Mundial, así que mi herencia católica se aprecia en toda la arquitectura de la Ciudad Vieja. Es una urbe hermosa y medieval en algunas estructuras”.

Pero pocas áreas son tan atmosféricas como el histórico barrio judío de Kazimierz, donde los turistas hacen peregrinaciones para ver la fábrica de Oskar Schindler y las sinuosas calles donde se filmaron partes de la película de Spielberg “La lista de Schindler”. Pero si se quiere imaginar cómo se veía el gueto de Varsovia en 1940 no hace falta ir hasta allá.

El gueto fue arrasado en la primavera de 1943. Después del levantamiento de Varsovia, el resto de la ciudad fue destruida y sólo el 10 por ciento de las construcciones quedó de pie. En esencia, Varsovia es una ciudad moderna. Ese es el origen de esta novela que el año pasado irrumpió en el mercado editorial en español, como homenaje a Irena Sendler.

akc

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