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En el estudio de Noé Katz se encuentran esculturas con pinturas de sus personajes en monocromo; otras en blanco total; otras en proceso, con el papel albanene y los restos de lápiz a la espera del color; hay una en rojo llamada Conversaciones que nació de una pintura; hay una pequeña escultura en bronce de un hombre que carga hileras de placas y que el artista quisiera hacer en grande, para un parque. Hay tóleos de los últimos 20 años, libros, mesas donde trabaja, pinceles de muchos tamaños, dibujos —todo nace en el dibujo— y herramientas.

Katz requiere tiempo y disfruta darle tiempo a cada escultura; es la calidad lo que más le importa. No cree que, como sucede a menudo, las esculturas salgan en serie; a cada obra le entrega un tiempo, una precisión, una idea.

En su estudio en México —tiene otro en Carolina del Norte— se ve también una escultura en proceso, que se eleva con elementos figurativos, animales y objetos, y toma la forma de una planta de maíz o de un tótem de los que se ha inspirado para crear ésta y otras piezas.

Nacido en 1953 en la colonia Condesa de la Ciudad de México, cerca de donde hoy trabaja, Katz viajó muy joven a Europa, luego estudió en la Escuela de Diseño y Artesanías del INBA y posteriormente recibió una beca de la Academia de Bellas Artes de Florencia, Italia.

Cuenta que el arte para él “es un reto muy grande porque de la nada tienes que producir algo. Es un reto de no autocopiarte y de no copiarle a alguien. ¿Para qué copias? Si no te inspira nada, mantente quieto y ya vendrá la inspiración, porque sí creo que el arte tiene que ser muy personal, de ti mismo. Cuando ya es de ti, es porque ahí tienes tu forma de ver el mundo, tu idea, sin pensar: ‘¿esto será muy vanguardista o muy conceptual? ¿Qué pénsarán?’ No me importa que me acepten o rechacen; puedo enseñar una obra de hace 40 años, y siento que es mía”.

Escultor y pintor, además de diseñador, Noé Katz continúa desarrollando sus obras en óleo, que es la base de su trabajo, pero un día, hace varias décadas, hizo murales, como los del Hotel Fiesta América, que son de aluminio, y con los cuales creó una técnica que abrió paso a una vocación de invenciones.

De esta vocación también forman parte sus esculturas pintadas, otra invención suya: son obras en madera envuelta en lino y cubierta con gesso que permite que al pintar la superficie sea como la de un óleo.

Estas esculturas han devenido en muchas formas, personajes; las hay con muchos colores y otras, monocromáticas. En su estudio crea toda su obra, pero las grandes esculturas en bronce las hace en talleres.

“Todo lo que hago lo invento yo. Esto lo he ido inventado, hace como 30 años, cuando quise salir de la bidimensionalidad. El trazo de mis óleos es más dibujístico, y para hacer algo más divertido creé esta tridimensionalidad. Siempre hay que estar creando cosas que sientas que vienen de ti. Esto me ha permitido tener mi mente en tres dimensiones para crear otras cosas, porque el arte no es nada más pintar. Yo desarrollo la idea y, si más adelante alguien se interesa en la escultura, la hago, pero ahora no es como antes cuando los arquitectos se aliaban los artistas para hacer arte en sus edificios”.

Para el artista, con más de 40 años de trayectoria, y que tiene obras en colecciones como las de los museos de Arte Moderno de México, el Tokoro of Modern Art, de Japón, y el Latin Art, en Long Beach, California, hay una crisis en el mundo del arte: “Todo lo que es el coleccionismo en México tiene problemas. A pesar de la feria Maco, que es un fantasma de cinco días; una feria nunca te va a decir la situación real”.

Noé Katz cree que la calidad es uno de los rasgos que se han perdido en muchas de las obras que hoy se producen: “Como decía Teresa del Conde, las cosas tienen que tener factura. No entendía qué era eso, y luego entendí: es calidad. Cuando llegas a tu idea, tu propio vocabulario y tienes factura es porque aceptas lo que haces, porque es tuyo, es tu idea, tiene calidad; si no, es porque lo haces para venderlo. Siempre he mantenido esa premisa. Siempre estoy dibujando; yo no llego a la tela y aviento la pintura. Lo que hoy pasa es que la producción de arte sobrepasa al pintor que quiere estar vendiendo y vendiendo. Yo no veo esto como un fin”.

Las obras de Noé Katz hoy se exhiben y venden a través de la galería Luis Peimbert, de Acapulco.

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