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En este año el gobierno conmemora la importancia que tiene la mujer indígena en cada una de sus comunidades, sin embargo, una realidad es que nosotras buscamos sobrellevar las exigencias de vida que año con año la sociedad nos impone, ya que desde hace mucho tiempo se nos ha aminorado. Cada una tenemos historias de lucha personal, laboral, familiar, profesional y cultural dentro y fuera de nuestras comunidades.
Haré mención de muchas cifras que están a nuestro alcance, pero hoy en día ser mujer indígena conlleva grandes retos y responsabilidades, por ejemplo, seguir preparándonos sin que las nuevas generaciones pierdan el contacto y la esencia con sus raíces ni sus sitios de origen, esto no debería demeritar posicionarnos en la participación y en la toma de decisiones y tampoco situarnos sólo en una lista de cifras ni en una simulación.
Antes de pasar a las cifras, comentaré que en Chihuahua tenemos algunas de las lenguas en peligro inminente de extinción, una de ellas es el pima y la otra es el warijío (guarijío).
En 2020, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se contabilizaron 2 millones 858 mil 588 hogares censales indígenas, lo que se traduce en 8.1 % del total de hogares censados (35 millones 219 mil 141). De estos, 90.7 % eran hogares de tipo familiar, 67.6 % hogares nucleares y 31.7 %, ampliados.
De los hogares indígenas, 73.9 % refirió que el hombre es el jefe de familia y 26.1 % dijo que la cabeza en la toma de decisiones es la mujer. El tamaño promedio de los hogares indígenas resultó de 4.1 personas, lo que es mayor al promedio nacional, que era de 3.6 integrantes por hogar.
En 2023, la contabilización indicó que 7.4 millones de personas de 3 años y más eran hablantes de alguna lengua indígena. De esta población, 52.4 % eran mujeres y 47.6 %, hombres. Su composición por edad muestra que 35.1 % tenía 50 años o más y que un 86 % residía en la misma entidad donde nació y 13.7 % cambió su lugar de residencia a otro estado.
En el caso de las mujeres hablantes de lengua indígena de 15 a 49 años tuvieron en promedio 2.16 hijas e hijos, mientras que las mujeres que no eran hablantes de lengua indígena, 1.42.
Entre otras cifras oficiales, se menciona que una de cada diez mujeres en el país pertenecía a un hogar indígena, no obstante, aún no se ha determinado con enfoque de pertenencia las preguntas que en cada censo o encuesta arrojen una cifra más exacta de la realidad de la mujer indígena.
Las lenguas indígenas que predominan son: náhuatl (23.6 %), maya (12.4 %), tzeltal (7.9 %) y zapoteco (7.2 %).
Las entidades federativas con mayor porcentaje de población hablante de lenguas indígenas son: Oaxaca (27.3 %), Yucatán (26.1 %), Chiapas (23.4 %), Quintana Roo (14.1 %) y Guerrero (13.9 %).
De ese mar de cifras, se advierte que los hombres aprenden español sin perder su lengua porque tienen mayor posibilidad de dialogar e interactuar como mediadores, son ellos quienes tienen la representatividad y los cargos de mayor peso en sus sistemas normativos dentro de las comunidades.
Las mujeres indígenas del centro y sur de país son las que tienen mayor reconocimiento en participaciones y planeaciones de agendas, así como en acciones para la promoción de los derechos de los pueblos originarios y en el acceso a literatura y promoción de salud. La conformación de asociaciones civiles ha sido pieza clave para ese desempeño ya que incentivan la preparación, haciendo posible que haya mujeres profesionistas que busquen capacitarse, en contraste, con quienes vivimos y provenimos del norte del país.
De los 68 pueblos originarios de México, en Chihuahua habitan cuatro, siendo el de mayor población el Tarahumara (rarámuri), seguido del Tepehueno (o’ódami), Guariío (warijío) y Pima (makurau, o’oba).
Ahora les hablaré de las cifras con las que contamos: del 2014 al 2015 se recibieron como maestras tres mujeres rarámuri de la Escuela Normal del Estado para nivel primaria formando las bases para la conformación del departamento de educación indígena en los niveles iniciales (preescolar y primaria). Del 2009 al 2011 surgieron las primeras mujeres profesionistas, la primera licenciada en derecho de origen rarámuri, en el municipio de Guachochi, y la primera doctora en medicina de origen rarámuri, en el municipio de Batopilas. Además, en el 2013 participó como candidata por elección popular a diputada local por el Distrito 21 la primera rarámuri, procedente del municipio de Guachochi.
En mi caso, mi formación educativa no la llevé con maestros bilingües, para muchas profesionistas resulta un gran choque cultural tener que enfrentarse a términos tan técnicos que aprendimos en las materias impartidas en la telesecundaria. En la mayoría de las comunidades de Chihuahua, el telebachillerato es la modalidad que más funciona para estudiar hasta la media superior. Otra opción que tenemos son los internados dirigidos por las religiosas, muchas veces, la alternativa de estudio más cercana. Hay quienes realizan una carrera profesional fuera del estado, pero eso después se traduce a una dificultad para trabajar en las comunidades. Estudiar los diferentes niveles educativos en el estado resulta más sencillo porque nos familiarizamos con ciertos conceptos que cuando se estudia fuera, ya que implica adaptarnos a modelos educativos diferentes.
Una de las principales profesiones entre las rarámuris que egresaron de la escuela entre sus 20 y 29 años de edad, así como de 35 años, es enfermería. En las comunidades donde llega el sistema del IMSS hay pequeñas clínicas y ahí se fueron formando directamente, no necesitaron salir a hacer la especialidad. En el pueblo tepehuano es conocido que, de diez años a la fecha, ha habido diez egresadas de enfermería, esta población se concentra principalmente en el municipio de Guadalupe y Calvo. Para el pueblo warijío como pima no hay mucha información al respecto, lo que es importante decir es que el pima es uno de los pueblos a punto de desaparecer porque su lengua es hablada por menos de cien personas.
Muchas de las mujeres que conforman su propio hogar enfrentan el reto de la crianza y, en edad adulta, el cuidado de sus nietos, pero, sin duda, una de las mayores tareas que tienen es la preservación de su lengua, las prácticas de sus comunidades de origen y ni qué decir de la búsqueda de sus derechos para llevar una vida en equilibro con la naturaleza.
Las rarámuris se encuentran en pequeños grupos de asentamientos, junto con sus familias, en los municipios de Chihuahua, Juárez, Parral, Cuauhtémoc, Delicias, Camargo, Jiménez y Meoqui. En las localidades Delicias, Camargo, Jiménez y Casas Grandes trabajan como jornaleras agrícolas durante ciertas temporadas y después regresan a sus comunidades.
Otro ejemplo, es el municipio de Cuauhtémoc donde se cosecha la manzana (una producción superior a las 200 toneladas por año), trabajo que las mujeres miran como práctico porque la paga es diaria o semanal, además de ser un empleo temporal: trabajan a inicios de año en la preparación de los huertos, en junio y julio es la colecta y en octubre regresan a sus comunidades.
Aunque para una mayoría, su fuente de trabajo está en casa, desde ahí pueden trabajar sus tierras y apoyar a la familia y a sus padres, personas de la tercera edad.
En cierto momento me preguntaban por qué una mujer indígena de comunidades retiradas de las principales cabeceras municipales prefiere esperar a que le compartan alimentos y apoyos que ofrecen las brigadas (que periódicamente o cada cuatro meses acuden) si tienen uno o varios hijos enfermos. La respuesta es que además de la carencia de servicios, muchas conservan su pensar: el ciclo es crecer, reproducirnos, cuidar y dejar este mundo terrenal. Se tiene descendencia para que ayuden en el cuidado de la tierra con algunas de las prácticas cotidianas como lo es la música, los cánticos, las danzas y labranza de las tierras de cultivo, porque lo que sabemos es lo incierto, no sabemos la cantidad de ellos (los hijos) que llegarán a una edad adulta.
Para los rarámuris la mujer es muy importante, para despedirla se hacen cuatro fiestas, una por año, y al hombre se le dedican tres, no es que se le reste importancia, únicamente sucede que la mujer tiene cuatro almas y en el cuarto año su alma trasciende. En nuestra cultura el alma no muere, sólo se transforma para regresar y cumplir con otro ciclo.
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