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Detrás de las puertas blindadas de su bodega, el Museo Nacional de Antropología resguarda valiosos objetos musicales cuyos sonidos alguna vez resonaron en los templos o plazas de antiguas ciudades mayas. Esos artefactos, como flautas, ocarinas, panderetas y maracas utilizadas hace más de cinco siglos en ceremonias rituales, dejarán de ser meros objetos de contemplación y recuperarán su uso original, gracias a un proyecto internacional que se vale de la arqueología experimental y tecnología de última generación para recuperar los sonidos del pasado.
Entre los impulsores de esta iniciativa denominada “The secret of Itzamná” están los bretones Julian Cuvilliez y Audrey Lecorgne, una pareja de lauderos y arqueomusicólogos fundadores del Polo de Investigación, Interpretación y Arqueología Experimental (PRIAE) en Francia, quienes en colaboración con arqueólogos mexicanos y etnomusicólogos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero de Argentina (UNTREF) han digitalizado, para su estudio y reconstrucción, 15 objetos instrumentales de la colección del museo. Un trabajo que ha implicado la reproducción milimétrica de esos artefactos con el fin de entender las prácticas musicales de los mayas y, más adelante, darlas a conocer al gran público mediante piezas musicales o videos interactivos que podrían integrarse a la museografía del recinto recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
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“Es una experiencia conmovedora oír resonar estas flautas y ocarinas siglos después de haber sido utilizadas por última vez, sobre todo cuando uno se da cuenta de que algunas de ellas eran tocadas por chamanes mayas. Se crea un vínculo profundo, casi mágico, con el pasado”, comentó en entrevista Julian Cuvilliez, tras varias jornadas de trabajo en la colección del museo y una expedición por sitios mayas para probar las reproducciones de esos instrumentos en su contexto original.
Durante varias semanas, él y Audrey Lecorgne, su pareja, se adentraron en las bóvedas del museo en avenida Reforma para descubrir, seleccionar y hacer registros fotográficos de flautas, ocarinas, panderetas y maracas que ayudaban a invocar la lluvia o formaban parte de otras ceremonias rituales. Esto con la idea de desentrañar las técnicas y materiales utilizados en su fabricación.
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“Lo fascinante aquí es el excepcional estado de conservación de los instrumentos. A diferencia de los objetos europeos de la Antigüedad o la Edad Media, que suelen estar muy fragmentados, estos aún se pueden tocar”, subrayó este investigador que se ha dedicado al estudio de artefactos musicales antiguos y ha logrado, entre otras cosas, reconstruir liras de la época celta o merovingia, a partir de materiales arqueológicos.
A estos expertos que ya han realizado diversas misiones internacionales en Egipto, Grecia y Escocia en busca de sonidos perdidos no sólo ha cautivado el estado de preservación de esos tesoros prehispánicos, sino también la simbología que encierran. “Un objeto en particular que me llamó la atención es un pequeño sonajero de ocarina antropo-zoomorfo que representa a un ser entre la frontera de humano, rana y búho. Milagrosamente aún conserva bastante bien restos de pigmento, sobre todo azul maya”, dijo Cuvilliez.
Inmersión sonora en la selva maya
Después de varias jornadas de registro fotográfico en alta definición y elaboración de modelos 2D y 3D en el Museo Nacional de Antropología, los investigadores franceses compartieron esa información con sus colegas en la UNTREF en Buenos Aires, donde etnomusicólogos se dieron a la tarea de reconstruir fielmente los instrumentos.
Semanas más tarde, el equipo de franceses y argentinos se encontraron en los templos mayas de Kohunlich y Dzibanché, en Quintana Roo, para probar los artefactos musicales.
Su misión en la selva maya tuvo como objetivo medir la acústica en esos sitios arqueológicos, registrar y grabar los sonidos que emiten esas piezas en su contexto original.
“Todos esos datos son esenciales para comprender cómo entendían la música los mayas y cómo se utilizaba en el ámbito sagrado”, explicó el investigador galo.
Imaginar cómo y en qué contextos los mayas utilizaban estos instrumentos no ha sido tan difícil, gracias a las investigaciones que en el pasado han hecho otros expertos, pero una referencia fundamental han sido los registros iconográficos que todavía se conservan en algunas ciudades antiguas. Es el caso de Bonampak, en Chiapas, en cuyas cámaras sobreviven coloridos murales que describen ceremonias de celebración. En una de esas escenas, por ejemplo, se aprecia una procesión de músicos tocando instrumentos como ocarinas, flautas, maracas, trompetas, caparazones de tortuga y tambores.
“Hay otros registros, pero el de Bonampak es muy interesante porque tenemos una escena con diferentes músicos tocando en un contexto sagrado, que es una ceremonia de la lluvia. Es extremadamente precioso”, expresó Julian Cuvilliez.
Las primeras ideas del proyecto surgieron en 2019 y planteaba originalmente realizar los registros sonoros en este sitio de Chiapas. Sin embargo, debido a los problemas de seguridad que en los últimos años han complicado el acceso al lugar, tuvieron que elegir otras zonas arqueológicas de Quintana Roo.
“Originalmente habíamos pensado en Bonampak. Por los murales, pensamos que se prestaba mucho ese lugar, pero las condiciones actuales no nos permiten ir. Así que lo haremos en Quintana Roo, pero sí nos interesa registrar la iconografía porque son instrumentos muy antiguos y es complicado entender bien cómo se usaban”, comentó el experto en un primer encuentro a principios de año en la Casa de Francia de la Ciudad de México, antes incluso de estar frente a la colección del Museo Nacional de Antropología y de partir a la selva maya.
Su expedición en la Península de Yucatán también ha incluido el registro de testimonios de chamanes y artesanos de las comunidades indígenas actuales para entender el lugar que ocupa la música y los instrumentos prehispánicos en nuestros tiempos.
“Para reconstruir una práctica musical necesitamos tres fuentes: los instrumentos; la iconografía, que explica el contexto en que se tocaban, si era en ceremonias sagradas o seculares; y esto se puede combinar con textos o testimonios de la época, de ser posible, aunque en este caso no lo tendremos”, explicó.
Los secretos de la música celta y merovingia
Músico y laudero de formación, Julian Cuvilliez fundó junto a Audrey Lecorgne el PRIAE en 2014 con el objetivo de estudiar, rescatar y difundir el patrimonio sonoro de la Antigüedad y la Edad Media.
“Como lauderos, siempre hemos querido investigar lo que hay detrás de los instrumentos. Nuestro trabajo comenzó con el estudio de las técnicas y los materiales utilizados en la Edad de Hierro, pero poco a poco hemos ido ampliando nuestro enfoque a otros períodos y culturas. Todos los años realizamos misiones internacionales en busca de sonidos perdidos”, compartió Cuvilliez.
Su enfoque de arqueología experimental combina los conocimientos tradicionales, como la laudería, con las herramientas científicas modernas, lo cual les permite acercarse a detalle a las prácticas musicales antiguas y recrear fielmente los instrumentos desaparecidos.
En la actualidad, su centro de investigación con sede en Morlaix, en la región de Bretaña, reúne a 50 investigadores internacionales que elaboran inventarios, estudios y proyectos de valorización del patrimonio musical, desde la época auriñaciense ( hace 37.000 años aproximadamente) hasta el Renacimiento.
Uno de sus proyectos remarcables ha sido la reconstrucción de una lira celta, a partir de una singular escultura de la Edad de Bronce hallada en 1988 durante la construcción de una carretera en Bretaña.
La escultura en forma de bulto es considerada una de las representaciones de instrumentos de cuerda más antiguas de Francia, por lo que para estos investigadores ha sido una oportunidad única para adentrarse en el estudio de artefactos musicales galos, un campo poco explorado hasta ahora.
A partir de un escáner de nueva generación y un levantamiento fotogramétrico de alta definición, los investigadores crearon un registro 3D de la escultura y lograron reconstruir fielmente la lira.
Lo mismo hicieron con una lira merovingia que resguardaba en sus bóvedas el Museo Arqueológico de Colonia (Alemania). El único testigo que sobrevivía de la pieza era un pequeño puente de bronce que había sido descubierto en 1870 en un enterramiento del siglo VII en Concevreux, Francia.
Los resultados de la investigación de la lira merovingia se pueden apreciar en la página del centro de investigación (priae.fr), donde es posible hojear las fotos en alta resolución de la pequeña pieza antigua, tocar distintas notas de esa lira a través de un instrumento interactivo virtual y escuchar una composición musical que integra ese sonido del pasado.
“Las tecnologías actuales ofrecen posibilidades fascinantes para reconstruir objetos perdidos. Gracias a la digitalización en 3D, podemos reproducir el volumen y la textura de los artefactos con extrema precisión, lo que facilita a investigadores de todo el mundo su estudio y la creación de facsímiles para la investigación o la mediación cultural”, aseguró el investigador.
Además, la información que ofrecen esos registros digitales permiten realizar análisis acústicos avanzados, como estudiar el espectro armónico de los instrumentos y explorar sus técnicas de interpretación.
“En el ámbito científico, los avances en el análisis volumétrico, la conductimetría y la vibrometría permiten identificar con precisión la composición de los materiales, especialmente las aleaciones metálicas, sin tomar muestras, preservando la integridad de los objetos”, añadió.
Todo este protocolo de arqueología experimental permitirá ahora a los investigadores crear modelos virtuales de los instrumentos musicales de la colección del Museo Nacional de Antropología, así como composiciones originales para que el público pueda transportarse al mundo maya antiguo a través de sus sonidos.
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