El reconocido divulgador de historia, Alejandro Rosas, comentaba hace unos días en su cuenta de Twitter sobre el pragmatismo actual que impera en la política mexicana, en la que ya no hay principios ni ideologías, sino políticos que brincan de un partido a otro, sin importarles la congruencia, por el mero interés de obtener o cargos, posiciones o simplemente sumarse a movimientos que lucen ganadores. “En tiempos de la Revolución —decía Rosas— la Bola se refería a que las facciones se volvieron una mezcla de gente de todos los bandos. Hoy vivimos exactamente eso, ya no son partidos, son facciones con una extraña mezcla de todos los grupos, sin importar la ideología. “La Bola 2018”, remataba el también analista.

Su comentario se liga al reclamo que esta semana hicieron los industriales del país, que denunciaron el incremento del robo con violencia y descarrilamiento de trenes en varias regiones del país. Igual que pasaba también durante los años de la Revolución mexicana, en los que los trenes eran robados y descarrillados lo mismo para obtener alimentos para la Bola que para usarlos como medio de transporte de los grupos de revolucionarios, en los últimos meses, los asaltos al transporte ferroviario se dispararon en estados como Puebla, Veracruz, Nuevo León y otros, en donde la delincuencia organizada lo mismo coloca obstáculos para detener el paso de las locomotoras y asalta los vagones de carga, que manipula las vías para provocar el descarrilamiento y robar los contenedores que transportan desde granos básicos hasta mercancías manufacturadas.

Tan sólo de octubre a diciembre de 2017, Ferromex había denunciado 720 asaltos y descarrilamientos a sus trenes en distintas vías del país, un incremento de 476% en ese último trimestre del año. Y en este 2018, la situación siguió agravándose. El descarrilamiento de un tren cargado con toneladas de trigo que iba a ser exportado, en Orizaba, el sábado pasado, desató la ira de las empresas ferrocarrileras y de los industriales de la transformación que utilizan ese medio de transporte para mover sus mercancías. “Estamos desarticulando nuestras cadenas logísticas, estamos desarticulando nuestros envíos y, en consecuencia, eso lleva a una gravedad tal que podríamos decir que estamos desarticulando al país”, alertó el director de Relaciones Institucionales de la Canacintra, Jesús Francisco López, quien calificó ya el tema como un problema “de seguridad nacional”.

Y es que la ira de los industriales y empresas ferrocarrileras también se generó porque en un principio el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, intentó negar el sabotaje al ferrocarril en Orizaba y dijo que se había tratado de “un accidente”. Posteriormente, el mandatario tuvo que recular y reconoció que en los límites de su estado y Puebla, en Orizaba además de Acultzingo, donde hace unas semanas también descarrillaron un tren cargado de arroz, opera una banda de crimen organizado dedicada al robo de los ferrocarriles, anunció el envío de policía equipada con armamento de alto calibre para vigilar las rutas ferroviarias y hasta ofreció una recompensa de 5 millones de pesos por el presunto líder de la banda Sangre Nueva Zeta, Santos de Jesús, alías El Bukanas.

En fin que, si al comentario de Alejandro Rosas sobre la nuevas “bolas” políticas que recorren el país en campañas y al descarrilamiento de trenes le sumamos las nuevas formas de “leva” utilizadas por el narcotráfico para reclutar, a veces obligadamente, a jóvenes sicarios en varias regiones del país, casi podríamos decir que estamos viviendo tiempos tan turbulentos, caóticos y sangrientos como en la Revolución de 1910, pero sin Revolución. Nomás nos falta que el próximo 1 de julio, día de las elecciones, tengamos que salir a gritar “¡Sufragio Efectivo!”.

sgarciasoto@hotmail.com

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