Hasta quienes llevan gastando ríos de tinta en convencer que la decisión sobre el nuevo aeropuerto de México es eminentemente técnica, por lo que consideran que es un despropósito demagógico consultarla con gente que en su mayoría no sabe nada de mecánica de suelos, seguridad aeronáutica o sustentabilidad ambiental, han reconocido, en algún momento, el agudo instinto político de López Obrador.

Ahí es donde debe hurgarse para entender por qué la decisión sobre el NAIM no es solamente técnica, sino también política, en el mejor sentido del término.

Habrá consulta y habrá encuesta. Son dos herramientas distintas. La consulta no representa al total de la población, utiliza solamente estadística descriptiva y participan en ella personas y grupos interesados en opinar. A su vez, una encuesta probabilística bien realizada sí representa a toda la población, para lo cual utiliza muestreo, estadística inferencial y modelos estadísticos; participan solamente los ciudadanos elegidos por muestreo.

¿Qué pasaría si se contraponen los resultados de una y otra? Lo dicho por AMLO es que el resultado de la consulta será vinculatorio, es decir, de aplicación obligatoria. Se infiere, entonces, que se decantaría por el resultado de la consulta.

El lunes pasado conocimos la pregunta: “Dada la saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ¿cuál opción piensa que será mejor para el país? 1. Reacondicionar el actual aeropuerto de la CDMX y el de Toluca, y construir dos pistas en la base aérea de Santa Lucía; y 2. Continuar con la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco y dejar de usar el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México”.

De acuerdo con encuestadores profesionales consultados por este reportero, la pregunta no induce hacia una u otra respuesta. Creo, en lo personal, que la opción Texcoco debería incluir (para eliminar ese sesgo) que el eventual desuso de la actual terminal aérea no implica abandonarla, sino convertirla en un importante desarrollo de áreas verdes para la ciudad.

En el reverso de la boleta de la consulta vendrán los pros y contras de ambas opciones.

De Santa Lucía los pros son: Menor costo de construcción y mantenimiento, mejores condiciones para operar y bajo impacto ambiental, continuaría operando el actual AICM y se habilitaría Toluca, estaría en operación en menos tiempo y la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) ratificó su viabilidad (Esto último es una verdad a medias puesto que se toma de un documento realizado en 2013 en el que se menciona la referida viabilidad, pero “sin ser parte del alcance del estudio”). Y los contras: Las aerolíneas tendrán complicaciones logísticas y otros costos, posibles pérdidas económicas por cancelación en Texcoco (no serían posibles, sino reales, al menos cien mil millones de pesos ya invertidos que AMLO tiraría a la basura al iniciar su mandato), negociar con acreedores y contratistas afectando el presupuesto federal 2019 y posible impacto negativo en mercados financieros.

De Texcoco los pros son: Cercanía con la CDMX, genera empleos y da confianza a inversionistas, mayor capacidad de pasajeros y cuenta con financiamiento de 69% del proyecto y avance de la obra de 20%. Y los contras: Incremento del costo de construcción de 185 a 285 mil millones de pesos, retraso de cuatro años e impactos ambientales negativos.

Pero los críticos de AMLO insisten que no debe someterse a consulta una decisión técnica. Quien esto escribe cree que sí debe consultarse porque también es una decisión política.

El presidente electo ha enfrentado a poderosos grupos de interés económico y político que en dos ocasiones hicieron todo lo que estuvo a su alcance, legal e ilegalmente, para que no llegara a la Presidencia. Lo consiguió a la tercera, con el abrumador apoyo de 30 millones de votos y mayorías en ambas cámaras del Congreso. Así no tiene, cierto, los necesarios contrapesos institucionales para el ejercicio del poder. Pero ha enfrentado, enfrenta y seguirá enfrentando los poderosos contrapesos de poderes fácticos: gobernadores distintos a los de su partido, grandes empresarios, Ejército, Iglesia y el crimen organizado (que no está infiltrado en el Estado, sino operado por él).

El contrapeso de AMLO frente a esos contrapesos (Slim, Salinas, Grupo Atlacomulco y demás interesados no solo en el negocio de la terminal aérea, sino en el multimillonario desarrollo inmobiliario que tendrá la zona), son sus 30 millones de votos. Por eso los consulta y los visita. No permitirá el divorcio. Se apoya en la teoría de la soberanía popular. Esa es la pulsión política de la consulta del presidente electo sobre el aeropuerto.

Contra quienes compran cirios pascuales para velar desde ya al NAIM en construcción, el que esto escribe cree que López Obrador ya tiene medido (no decidido porque entonces sería una farsa) el resultado de consulta y encuesta. Cualquiera que sea el resultado (y creo que será Texcoco) irá de la mano del principal contrapeso de AMLO frente a sus históricos contrapesos.

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