Diana Bracho es, sin duda, una de las más bellas y mejores actrices que México ha dado. Domina en el teatro, cine o televisión con actuaciones excelentes, adaptándose a una diversidad de papeles. Su rostro es completamente natural, sin cirugías ni retoques. Es hija del gran director de cine Julio Bracho y sobrina de otra gran actriz, doña Andrea Palma, hermana de don Julio. Desde nuestra adolescencia somos amigas; aunque nos visitemos poco, nos hermana la gran amistad entre nuestros padres. Julio Bracho fue amigo de mi padre toda su vida.

Mi padre, el compositor Raúl Lavista, además musicalizó 90% de las películas que Julio Bracho dirigió, y mi suegro, don Salvador Elizondo Pani, fue su productor y ocasionalmente coguionista de las películas Rosenda y San Felipe de Jesús, que se produjeron en los Estudios CLASA, que mi suegro formó y dirigió durante la llamada Época de Oro del Cine Nacional.

Solamente una vez tuve la oportunidad de fotografiar a Diana Bracho, en esta ocasión publico una de las imágenes que capturé de mi admirada amiga.

Salvador Elizondo escribe fragmentos del libro Salvador Elizondo, Luchino Visconti y otros textos sobre cine, de la editorial Ai Trani, páginas 211 y 212.

“Julio Bracho, un sentido recuerdo”

Debo abrir un paréntesis luctuoso en le serie de mis artículos dedicados al tema del “retorno a casa” en la poesía mexicana moderna para recordar a mi viejo amigo Julio Bracho, que hace algunos días escuchó el “¡Corte!” definitivo. La cinematografía mexicana debería lamentar su muerte tanto más que ha desaparecido uno de los poquísimos y últimos directores cultos y sensitivos con que contó (…)

(…) Bracho representó en nuestro cine una manera culterana y “literaria” de entender todas las formas del arte; trató, en la medida que pudo, de llevar un aliento poético al melodrama sofisticado e intelectualista. A una de sus películas debo la revelación de uno de los más bellos poemas de Villaurrutia, “El Madrigal sombrío”, inserto en una parlamento de Arturo de Córdova.

(…) Queda ahora a los especialistas hacer la crónica y crítica de la obra de Julio Bracho. Yo estoy seguro de que en cuanto volvamos nuestra atención hacia esas realizaciones como “Distinto amanecer, Crepúsculo, Rosenda o María la voz, no tardaremos en encontrar destellos inesperados de un cine que, desgraciadamente, con el tránsito de Julio Bracho, cierra una de las etapas más interesantes de su historia.

***En la foto: La actriz Diana Bracho, 1988 (CORTESÍA PAULINA LAVISTA)

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