“No podemos dar la espalda. Hay que meterse. Hay que intervenir”, dice con firmeza Lydia Guzmán, activista y colaboradora de Chicanos por la Causa. Las organizaciones defensoras de los migrantes lo vienen denunciando desde hace años. No es un problema nuevo, pero ha capturado recientemente la atención internacional por la difusión de imágenes de niños en jaulas. Los migrantes las llaman “hieleras” porque las temperaturas son bajísimas. El Departamento de Justicia ha explicado, ante las quejas, que mantienen ese frío en los centros de detención para evitar la propagación de infecciones o virus. Lo cierto es que hay quienes salen de ahí, además de traumatizados, con neumonía.

Duele escuchar los testimonios de menores que describen el frío y el hambre que sufren luego de ser separados de sus padres. El registro que llevan de ellos es muy desordenado. Los traslados se llevan a cabo sin los protocolos adecuados. Ubicarlos suele ser un calvario para sus padres. Los más pequeños son los más vulnerables. Si no han aprendido a hablar, evidentemente no pueden decir su nombre ni el de sus padres. En esas condiciones, el riesgo de nunca ser encontrados por sus familiares es todavía mayor.

Lo terrible es que el tema está en manos de un hombre que un día abandona el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y al siguiente firma una orden ejecutiva para detener esas separaciones. Lo positivo es que la difusión de las imágenes de niños que lloran en jaulas no solo ha provocado el repudio internacional, también ha generado reacciones dentro de los Estados Unidos. Los congresistas están discutiendo una nueva ley sobre migración justo ahora que la opinión pública se ha sacudido. Esa presión podría traducirse en medidas que mejoren la situación de los menores migrantes. Ojalá.

Huerfanito. “Un día Estados Unidos pedirá perdón a la humanidad por haber sido el primer país de la historia que implantó campos de concentración para niños.” Diego Valadés.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses