Probablemente sea una precognición, una de esas imágenes que el México dentro de décadas consignaría en los archivos de la historia.

Peña Nieto, frente a la clase empresarial, aplaude, sonriente y afanoso, a José Antonio Meade, mientras que a su izquierda, Miguel Ángel Osorio Chong tiene la mirada como esfumada, perdida, con la expresión del que quiere sonreír a fuerza, pero no puede, porque lo derrota el peso de la realidad, porque le gana la amargura del eterno retorno, de lo que pudo ser y ya no fue.

¿Será que es Meade? ¿Acaso en la intimidad de sus pensamientos más confinados el Presidente al fin ha concluido con el protocolo personalísimo de la liturgia?

Meade sería el candidato del libreto, si es que el libreto dicta empezar en un segundo lugar en las encuestas, apostar a la fractura de la derecha panista, que podría ver en el secretario de Hacienda a un futuro aliado, jugar las fichas con el hombre del que no se percibe corrupción y se mira como culto y eficiente, que lo mismo puede negociar acuerdos con líderes europeos siendo canciller que contener la caída del peso frente al dólar con todo y Trump en la intentona de ametrallar la confianza de los dueños del dinero en México.

¿Será que ya es Meade?, si lo es, ¿la liturgia fue concluida por el Papa o por su cardenal más poderoso? Porque a nadie le pasa de noche que Meade es también Videgaray. ¿José Antonio es más Luis que Enrique o es más Enrique que Luis?, ¿o es una concordia?, y si lo es, ¿a dónde se va Hidalgo?, ¿dónde juegan los críticos del PRI de 2017 que ya no creen en Dios ni mucho menos en liturgias?

¿Será que ya es Meade?, ¿por qué las fichas se cargan a lo imposible, a la jugada de una sola mano?, ¿por qué en Los Pinos piensan, apuestan y arriesgan a que van a ganar?, ¿la posible concertacesión ha muerto junto con la luna de miel que otrora derramaron con el joven Ricardo Anaya?... Apostarle todo a que el PRI, con Meade, repita hasta el 2024 y le gane a López Obrador y a la gente se le olvide la Casa Blanca y Gutiérrez de la Torre y Duarte y Borge y el otro Duarte y todos los agravios…

¿Y si se enojan los rebeldes al grado de dañar a las bases?, ¿y si los priístas de a pie, de los sindicatos, de las organizaciones y de los acarreos lo perciben lejano?, ¿y si los convencen de una traición?... Esos no van a apoyar a Anaya, ¡contra eso están!, ¿no serían, más bien, afines a Morena?

Lo que sí, es que Peña le aplaudió a Meade y que parece que esto es el México de 1970, salvo porque ahora los votos sí cuentan.

DE COLOFÓN.— O amarran el Frente en las boletas antes de la segunda semana de diciembre o en una de esas el siguiente líder amarillo lo desintegra.

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