Supongamos que, como van las cosas, Andrés Manuel López Obrador gana por más de 40% de la votación y se convierte en el siguiente presidente de México. Sería una victoria apabullante y muy legitimada, nunca antes vista desde el año 2000 con Vicente Fox, pero, igual que con Fox y con Calderón y con Peña Nieto, más de la mitad del país no habría votado por el ganador… O sea, más de la mitad del país no querría a Andrés Manuel como presidente.

Así es la democracia, gana el que más votos obtenga, pero no necesariamente eso le representa la mayoría poblacional vista en términos absolutos. Justamente lo bello de la democracia es que siempre habrá quienes se opongan al proyecto del partido triunfante y en el debate público esas ideas, en teoría, deberían terminar por enriquecerse para el beneficio de todos. Lo bello de la democracia es que existe la oposición.

Además, así se ganan contrapesos, se evitan dictaduras y se preservan los derechos ganados por las sociedades, como la libre asociación o la libre empresa o la libre expresión.

Una parte importante, simbólica, de los seguidores de Andrés Manuel, han sido siempre antisistémicos, radicales y rebeldes y han aderezado el movimiento con cargas ideológicas que se sentían marginadas en la era de un mundo globalizado. Hoy, ante los cálculos de las encuestas, sus voces hacen un gran eco, se escuchan mucho más fuerte de lo que se escucharon hace 12 o hace 6 años y, al mismo tiempo del estruendo, su inercia de insurrección termina por afectar, levemente, pero por afectar al fin, al puntero de punteros que quieren apoyar.

Es increíble cómo una simple crítica a una postura de López Obrador se traduce en un señalamiento inquisidor, ipso facto, el crítico se convierte en un vendido, lame suelas del gobierno, en un maldito porro neoliberal que será juzgado en la corte de la plaza pública mediante plebiscito exprés y condenado al sambenito apenas dicte el grito de la masa… no quiero utilizar el término de hoguera para no dar ideas.

Entendamos que, a diferencia del año 2006, luego de 12 años de fracasadas administraciones en temas fundamentales como el combate a la pobreza y la garantía de seguridad pública, y aunado a la vasca de la corrupción, hoy es políticamente correcto, bien visto, votar por Andrés Manuel López Obrador.

Por eso, justamente, es que campañas creativas y activas como la de Abre Más Los Ojos, que explican en un leguaje claro y hasta simpático las posturas de Morena, son tan exitosas.

El sacrificio de pasar de la rebeldía al gobierno viene mucho en la mesura: ya nadie los reprime, ya nadie los margina, y el rebelde ahora puede reprimir y puede marginar… Habrá que responder con inteligencia.

Eugenio Derbez señaló en un programa de radio, a pregunta expresa, que no consideraba a Andrés Manuel como su mejor opción. En una democracia eso es válido, necesario y sumamente sano.

Andrés Manuel es un hombre honesto, inteligente y capaz, pero tiene errores como todos los seres humanos los tenemos y nunca, por el bien de la libertad y la razón, podrá tener la simpatía del 100%.

Por eso, es francamente estúpido iniciar una campaña para boicotear la nueva película de Derbez simplemente porque le dio la gana decir lo que pensaba.

Hay que saber ganar.

DE COLOFÓN.— ¿Quién será el próximo vocero presidencial?

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