Estamos acostumbrados a que los problemas nos revienten en la cara, dejamos pasar las cosas, quizá, simplemente somos buenos evadiendo los conflictos, buscando refugio en interminables y estériles debates que, al final, nos llevan a un puerto mediocre y sin soluciones concretas.

Pasa con la tragedia más reciente, ¿nadie se dio cuenta jamás de las múltiples irregularidades en las construcciones y de la necesidad de promover seguros inmobiliarios ante un sismo que, sí o sí, iba a suceder?, pasa también con el lastre continuo de la corrupción, pero también con el de un sistema de justicia que, desde hace décadas, era ineficiente y parecía condenado a la impunidad, y pasa con casi todas las cosas en la vida pública, al final, cierto, funcionan con todo y rémoras, de ahí que, probablemente, nazca la causa de un país que cree ciegamente en los milagros, de ahí que el hecho de funcionar, en muchas ocasiones, es en sí mismo un milagro.

Apenas hace algunas semanas sostuve una conversación con varios médicos preocupados por el sistema de salud mexicano, los datos, que nadie mira con seriedad, y que se dejan pasar de largo, son francamente escalofriantes, una condena en bola de cristal del debate que vendrá: la crisis de salud mexicana cuando gran parte de la población se encuentre enferma.

Sin regatear los esfuerzos para que las cosas medio funcionen, las evidencias están ahí, a la luz de las estadísticas. La OCDE mantiene hoy día un promedio de 3.2 médicos por cada mil habitantes, en México, con suerte, llegamos a 2.2. La consecuencia: México es hoy el país con menos esperanza de vida, con 74.4 años frente a los 80.2 años en promedio de la OCDE, estamos en lugar 34 de 34.

Y estamos también entre las naciones más obesas del mundo, y menos nutridas, y estamos también entre las naciones con menos prevención, quizá más a responsabilidad de los ciudadanos, acostumbrados a no cuidarnos y acudir muy tarde a un centro de salud, y además somos un país que necesita, urgentemente, de especialistas.

Sí, dependiendo la fuente, a México le faltan entre 50 mil y 100 mil médicos de diversas especialidades, pero lo peor es que algunos de los especialistas vigentes, de los que sí tenemos en activo, dicen los galenos con los que pude conversar, realmente no lo son tanto.

Así funciona en el país de los compadres: uno estudia por varios años en la Universidad y, luego, para poder ejercer una especialidad, se debe contar con el aval de una organización monopólica para poderse certificar, así lo dice la Ley Federal de Salud en su artículo 81.

Desde el año 2012, el Comité Normativo Nacional de Consejos de Especialidades Médicas (Conacem), que jurídicamente es una simple asociación civil, es el único organismo legal con la facultad de certificar a los especialistas en el país. Desde que la reforma entró en vigor ha sido criticada, más de forma velada que con escándalo público, por el cobro de honorarios y la falta de transparencia en los procesos de certificación de sus agremiados.

A los médicos les da por salvar vidas más allá de la grilla, sin embargo, por lo que escuché, comienzan poco a poco a levantarse más voces que pondrán el planteamiento de manera seria rumbo a 2018.

No vaya a ser que después el debate sea entre un país enfermo.

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