“Cuando los señores blancos llegaron han enseñado el miedo y han venido a mancillar las flores. Para que viviese su flor, han hundido y agotado la flor de los otros. ¡Asaltantes de la vida, ofensores de la noche, verdugos del mundo! No hay verdad en la palabra de los extranjeros”. Chilam Balam, libro sagrado de los mayas.

Quien pretenda entender a la Cuarta Transformación bajo la lógica tradicional del poder, seguramente, se llevará un portazo en la cara.

¿Para qué abrir un nuevo frente, ahora con España, por un conflicto histórico que data medio milenio?, ¿es un distractor?, ¿una maniobra política de alcances insospechados?, ¿un tejido fino en la diplomacia de altos vuelos?... No.

Más bien, es una ocurrencia, una calentura, un arrebato de Juan Pueblo que ha ungido en Andrés a su único y plenipotenciario vocero, mandadero y esclavo, porque las acciones de Andrés no son más que las órdenes de Juan Pueblo, las mismas que solo el caudillo puede interpretar y saciar.

Algunos de los sectores más humildes y marginados del país comulgan con la visión de un pueblo que pudo glorificarse a plenitud si no hubiesen llegado los españoles a conquistarnos, en el imaginario popular se desborda la ilusión de una raza pura a la que arrebataron su destino de grandeza.

Y justo de ahí, del rencor ancestral, nace la estrategia del caudillo, poco le importan los hechos, poco le importan las consecuencias, poco le importa el contexto.

Los pueblos originarios no eran, necesariamente, pueblos pacíficos, inclusive, la mayoría de las sociedades conquistaban o eran conquistadas, es algo que no se puede cambiar.

Quizá, en el fondo, el rencor nace que de los pueblos conquistados hubiesen querido ser conquistadores, y, de haberlo podido hacer, seguramente así sería.

Sin embargo, el extremismo sobre la Conquista ha llegado a otras partes del mundo, por ejemplo, desde hace algunos años, en varias ciudades de los Estados Unidos, cada 12 de octubre se vandalizan o destruyen estatuas de Cristóbal Colón por considerarlo un genocida, las pintas son muy curiosas: “monumentos racistas a propietarios de esclavos”, “no honremos genocidas”, “el odio no va a tolerarse”, etc, etc.

Los movimientos anticoloniales buscan cambiar la percepción de la historia comparando a muchos personajes “conquistadores” o “invasores” con tiranos perversos, sin considerar el contexto histórico particular en cada época.

En mayo de 2016, Barack Obama visitó Hiroshima, colocó una ofrenda floral en el monumento a los caídos por la bomba atómica que su país lanzó en 1945 y no pidió perdón de nada. La respuesta de Obama a su no perdón es una lección para los radicalismos históricos: “No, porque creo que es importante reconocer que en medio de una guerra los líderes toman todo tipo de decisiones. El trabajo de los historiadores es plantear preguntas y analizarlas, pero yo, que he estado en esta posición durante los pasados siete años y medio, sé que cada líder debe tomar decisiones muy difíciles, particularmente durante una guerra”.

DE COLOFÓN.— Muy molestos en la comunidad española en México con la ocurrencia, algunos recuerdan con horror épocas de discriminación por su nacionalidad… López está muy lejos de Cárdenas.

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