Moderar el segundo debate presidencial del próximo domingo por la noche será un privilegio por varias razones. En lo estrictamente personal, la oportunidad me honra porque seré el primer periodista mexicano que vive y trabaja en Estados Unidos —para, por y desde los mexicanos en este país— en tener semejante responsabilidad. Asumo con humildad el deber de llevar hasta el debate la voz de toda una comunidad. A veces se nos olvida que en Estados Unidos viven 36 millones de personas de origen mexicano, entre ellos once millones de paisanos inmigrantes. Los Ángeles, donde vivo, es la tercera ciudad con más mexicanos en el mundo (hay quien dice que es la segunda, pero no quiero polemizar con los tapatíos). Ya era hora de que un debate presidencial mexicano volteara al norte para atender las necesidades, preocupaciones y entusiasmos de una comunidad de ese calibre, todos tan mexicanos como cualquiera que vive dentro de las fronteras del país.

Lo más importante, sin embargo, será el formato del encuentro de Tijuana. Por primera vez en la breve (y poco sustanciosa, hasta antes del 2018) historia de los debates presidenciales, el INE ha decidido organizar una conversación que parta de preguntas de la audiencia. En otras palabras: serán los ciudadanos quienes, con su participación, abran la discusión en cada uno de los temas a discutir el domingo próximo. Este formato, que en Estados Unidos es conocido como townhall o “asamblea comunitaria”, pone el rumbo del debate en manos no de periodistas, sino de ciudadanos. En ese sentido será, quiero pensar, el ejercicio más puramente democrático de los tres que veremos en este ciclo electoral (cabe decir que el tercer debate incluirá también preguntas ciudadanas, pero con otro sistema).

A lo largo de las últimas semanas de preparación para el encuentro del día 20, he comprobado algo que debe regocijarnos: el INE se ha tomado con una seriedad casi solemne la organización de los debates y, en el caso del segundo encuentro, la selección de las personas que podrán participar. La audiencia estará conformada por votantes indecisos dispuestos a plantear preguntas de manera libre y transparente. Como ocurre en otras partes del mundo, corresponderá a los moderadores, en diálogo franco con los participantes, elegir las preguntas que se plantearán. La intención será elegir preguntas que permitan a los candidatos atender preocupaciones universales relacionadas con los temas del debate, además de facilitar la exposición de ideas y la confrontación de proyectos. Cada una de las conversaciones en los tres bloques del encuentro partirán, insisto, de una pregunta ciudadana clara y libre.

Aun así, a diferencia de otros formatos de asamblea con público participativo, el debate del día 20 no solo se concentrará en las preguntas ciudadanas. En apego a la evidente intención del INE de darle a los periodistas que hemos sido elegidos la libertad de ejercer nuestro oficio, los moderadores haremos preguntas de seguimiento a partir de las preguntas ciudadanas. Idealmente, este formato híbrido dará pie a una conversación que parta de las voces ciudadanas para luego explorar a profundidad la larga lista de temas en los que los candidatos nos deben propuestas concretas y respuestas francas. Los temas son tan relevantes como los del primer encuentro: seguridad transfronteriza, comercio internacional, inversión, migración. Hay, me queda claro, mucho de qué hablar y contrastes fundamentales que resaltar entre los proyectos (y la experiencia) de todos los candidatos.

Una vez que concluya el debate habrá oportunidad de reflexionar sobre todo lo que ha ocurrido desde que Yuriria Sierra y yo recibimos el nombramiento del INE. Hay mucho que decir, pero el momento, por supuesto, no es este. Baste con señalar, por ahora, la importancia del debate, no solo para la contienda electoral en general sino para la construcción de una cultura vigorosa de discusión pública. En otros países, asambleas comunitarias como la del domingo han ofrecido encuentros memorables. El tener que responderle a un ciudadano que muestra el valor suficiente como para ponerse de pie frente a millones y preguntar es, en el fondo, el acto más esencial de la vida democrática: cara cara, el votante y el político que aspira a gobernar; el que manda y el mandatario; el empleado y el empleador (¿qué es un debate sino una entrevista de trabajo a varias voces?) Esperemos que así sea en el encuentro en Tijuana.

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