Mientras el Presidente Trump sigue enfrascado en su retórica de America First, los espacios que va dejando a su paso, los va capitalizando China ante las grandes ambiciones que su líder Xi Jinping ha establecido en su país en su segundo mandato y el desafío que impone esta nación hacia Occidente se ha hecho más visible y abierto.

En general, la percepción de un desprecio ideológico chino a las “prácticas y políticas occidentales”, va en aumento luego de la crisis mundial de 2008, la retórica contra el libre comercio de la era Trump y la fragmentación europea.

De esta manera, ante la aparente debilidad de Occidente, China aprovecha para ir avanzando con fuerza, desafiándolo en tres frentes: ideológico, comercial y geopolítico.

Y aunque aparentemente el mundo celebra su apertura hacia Occidente y la democracia, lo cierto es que el control político en China se acrecienta con medidas severas contra disidentes y cotos a los defensores de los derechos humanos. Las ideas occidentales en este ámbito generan ruido, mientras se siguen excluyendo de su país a las nuevas empresas de internet como Google, Facebook y Twitter.

Paradójicamente, esta supresión de la “libertad de expresión” iría a contrapelo en el avance de una “economía del conocimiento” a la que China aspira.

Su contrapropuesta es un acelerado crecimiento (6.8% en 2017 y 6.5% en 2018, según lo previsto por el Fondo Monetario Internacional), con gran innovación tecnológica, haciéndola la segunda economía más grande del planeta. Según los chinos, están en una nueva era de “normalidad económica” con miras hacia el mercado interno poseedor de unas nacientes clases —media y rica— pujantes.

Empero, su avance comercial externo no se detiene: ya es el principal socio comercial de Alemania, representa el mayor déficit externo para Estados Unidos, cinco veces más grande que el de México y hay una gran posibilidad que ocupe el lugar en el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP) que dejó vacío Estados Unidos.

China es líder en ramos tecnológicos como los pagos móviles (ese país es el prototipo de una “sociedad sin efectivo”); Alibaba es potencia mundial en comercio electrónico y la presencia de empresas chinas en Occidente es cada vez mayor y poseedoras de grandes acervos no sólo de capital físico, sino también intelectual; así como la nación asiática apuesta fuertemente a la revolución 4.0: robótica, cómputo cuántico, drones, algoritmos e inteligencia artificial y avances innovadores en tecnologías verdes. Asimismo, una inversión superlativa en infraestructura, ya le da acceso franco a la región de Eurasia y África, conectando veinte ciudades chinas con Europa mediante redes ferroviarias, cuya carga se ha quintuplicado desde hace poco menos de cinco años.

Sin duda, estos puntos comerciales estratégicamente geolocalizados guardan también un trasfondo militar y no sólo económico, por la necesidad de suministros, particularmente energéticos, del Medio Oriente. Incluso el poderío de China en infraestructura abarca el desarrollo de puertos como lo son los de Sri Lanka y Paquistán y es incuestionable el posicionamiento de su marina mercante.

La hegemonía china no se limita entonces a Hong Kong, controlándole el suministro de agua y a su vecino Vietnam, por ejemplo, importante proveedor de materias primas, pero también en la región euroasiática, a la que pretenden dotar y empoderar como fuerte rival de la Unión Europea.

El líder chino se muestra al mundo cauteloso y conservador frente a otros, con perogrullos anacrónicos. Sin duda, el dragón no está dormido y no se puede soslayar su marcha ascendente en el extremo superior del encadenamiento de valor mundial, dominado por empresas de “alta tecnología” europeas y estadounidenses.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte.
Email: idea@anahuac.mx

FOTO: ARCHIVO EL UNIVERSAL

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