El 19 de febrero de 2003 fue la fecha que en que más cerca estuvimos de ver en vivo aquí en México a uno de los más legendarios artistas del glam rock: Bryan Ferry. Los de Ocesa tuvieron a mal programarlo en el Auditorio Nacional, cuando lo más indicado, a pesar de su fama, era el Metropolitan (que hubiera llenado sin problema). Desde luego la iniciativa falló porque los promotores no tenían una idea clara del potencial mundial del Dandy del Glam Pop, que en sus inicios fuera cantante de Roxy Músic.

Ferry, famoso por “robarse” las canciones de otros y hacerlas propias en un universo único de exuberancia pop que desde, Roxy que supo crear un sonido único e identificable a los primeros acordes, se volvió y es un clásico referencial del movimiento Glam. Disqueros de antaño que sabían perfectamente de qué lado mascaba la iguana, no como los de ahora que saben de todo, menos de música, vieron en el glam un movimiento elegante y artístico que podía potencializar el pop y no dudaron en sacar algunos de sus álbumes.

El conocedor Herbé Pompeyo A&R de PolyGran, la disquera más dominante en repertorio anglo de los años 70 y 80 en territorio nacional, sacó casi al parejo de los tirajes internacionales las ediciones nacionales de los discos de Roxy. Y no sólo eso, sino que se siguió con los álbumes solistas de Brian Ferry, en tirajes moderados hoy muy cotizados en el mercado. Por las filas de Roxy Music desfilaron en diferentes etapas influyentes músicos como Brian Eno, Phil Manzanera, Andy McKay, Eddie Jobson, Chris Sppeding, Paul Thompson, Paul Carrack… que forjaron no sólo un sonido elegante y fino, sino una de las discografías más impresionantes.

Mientras en Europa eran reyes, en Estados Unidos les costó sangre el reconocimiento americano que llegó tardío. En una entrevista de quien esto escribe con el guitarrista Phil Manzanera a su paso por México (pues le había producido un disco a Tania Libertad) se quejaba de que cuando más necesitaban a los fans americanos, estos no aparecían. Como haya sido, la perdurabilidad de Roxy se vio al final reflejada en varios conciertos en DVD que hoy son moneda corriente en el mercado cambiario del glam digital.

Sus álbumes, incluso los más raros, hoy son fáciles de mandar hacer en ediciones exclusivas en formato de réplicas o mini-LPs, así como sus increíbles recopilatorios de una época que ha tenido desde una épica cinematográfica (Velvet goldmine, de Todd Haynes), hasta verdaderas biblias del género. Recientemente ha aparecido el libro del erudito Simon Reynolds A golpe de rayo (editorial Caja Negra), con la historia no oficial del glam- rock donde cada uno y cada cual (Roxy, Lou Reed, T. Rey, Bowie, Los New York Dolls, Alice Copper, Mott The Hople y demás fauna andrógina) se dejan sentir con toda esa moda teatral de brillantes lentejuelas, trajes espaciales colores y zapatos de tres pisos y penthouse, más un mapa de influencias camp, kitsch con mano suave y condescendiente del Rey del Pop Art, Andy Warhol.

Nunca antes el glam rock había sido diseccionado con tanta precisión quirúrgica artística en sus vericuetos de linaje, experimentación estilística y de excitación sexual en donde la ambigüedad era su tarjeta de presentación musical, presunción de raíces e influencia decisiva en el arte musical del rock del siglo XXI.

pepenavar60 gmail.com

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