Los detractores de este británico cara de palo, bueno para el madrazo sorpresivo, rápido y certero, experto en aplicar dolor y causar la muerte cinematográfica según los thrillers de acción, podrán decir misa pero la verdad es hoy por hoy el mejor por sobre ejemplos explícitos del género, ya sea a mano limpia, con arma blanca, metralleta o cualquier tipo de arma de grueso calibre incluido el lanzamisiles.

Iniciado como modelo rápidamente se pasó al cine de acción, y ahí hay que tenerle miedo y no ponerse frente a él, y menos si se juega el rol de villano. Para comprobarlo hay que meterse una tarde a Netflix, que hierve con sus películas de acción pura y coreografías violentas increíbles y sumamente entretenidas.

Statham es toda una suerte de personalidades malévolas apenas contenidas mientras no se metan con él. Ya sea como “Mecánico”, vengador anónimo o simple amenaza latente, es bastante convincente como filántropo del mal. Nunca hay que tatar de traicionarlo porque se vuelve una amenaza letal con tal de dejar clara su filosofía criminal de la vida. En Parker, una de sus mejores cintas se mete con una runfla de ladrones abusivos, peligrosos y sin clase que todo lo quieren arreglar a balazos, a los que caro les saldrá la lección.

Firme en sus intenciones de aplicar sufrimiento a los que se lo merecen por no medir con quien se están metiendo, “Parker” resulta entretenimiento de primera con un arsenal de tiros persecuciones, enfrentamientos cuerpo a cuerpo y venganzas anunciadas con sangre. En su cine no hay más pretensión que convertirse en un carismático ejemplo de cine Serie B en estos intoxicados tiempos de películas de superhéroes, que ya tienen hasta la madre al respetable.

En ese sentido, las películas de Jason Statham son un bálsamo de brutalidad contra la ramplonería cinematográfica que se nos vende como ejemplo de “buen-cine”. Las curvas de Jennifer Lopez (su coprotagonista) pasan a un segundo plano a la hora de los chingadazos y la lluvia de balas que reparte con efectividad el de fachada de piedra. En el par de películas franquicia de El Mecánico, aparte de la diversión hipnótica y calculada de asesinatos pagados al mejor postor, Statham se vuelve un maestro universitario del asesinato por consigna.

Pero mucho cuidado con traicionarlo porque se torna en implacable y calculadora máquina de muerte en, le pese a quien le pese, las mejores secuencias modernas de la historia del cine de género traducido a brutales golpizas y granizada de balas en los lugares más increíbles como inverosímiles al servicio del entretenimiento de calidad, donde la historia y las buenas intenciones se dejan vencer por la truculencia y los efectos especiales al servicio del más puro cine de acción.

Todos (y en el calificativo caben Vin Diesel, La Roca, El Escudo…) han recibido los madrazos que se merecen a manos de este tipo de carisma callado, discreto, cuando no a las andanadas de plomo. Y es entonces que el dinero de los encargos no importa tanto como la lección final de no meterse con quien no deben y pagar lo justo por las muertes pactadas de este nuevo esteta del neo noir recargado que también ha alineado como sangre nueva entre “Expandibles” como Stallone, Jet li, Dolph Lundgren, Arnold Schwarzenneger y Bruce Willis, entre otros de los no retornables del trompón.

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