Qué difícil resulta soportar la necedad humana. Los hombres y mujeres de fuertes e inamovibles convicciones; los sordos e hipócritas que no tienen necesidad de conversar, sino de imponer: los políticos y funcionarios sin más cultura que la rapiña pública. ¿Qué hacer? ¿Recitarles El contrato social de Rousseau nuevamente? ¿Convencerlos de que a toda hora requerimos hacer un pacto para sobrevivir, un acuerdo entre los diferentes con el propósito de no lanzarnos al cuello los unos a los otros? No somos hijos de Dios ni de alguna entelequia semejante, más bien somos los bastardos del desacuerdo, la locura, la codicia, la envidia y de todo pecado mundano que se forma en nuestra imaginación. José María Pérez Gay escribió acerca de Robert Musil en El imperio perdido: “La desconfianza de Musil ante todas las ortodoxias no le hizo ignorar —sus Diarios lo demuestran— la importancia de la lucha política, a pesar de sostener él mismo una provocadora actitud apolítica”. En un congreso celebrado en París en 1935 para la Defensa de la cultura Musil dijo en público y para provocar a los comunistas extremos: “Hay que defender a la cultura con medios apolíticos, toda política cultural será un fracaso”. Otro austriaco, 50 años después, Thomas Bernhard, gritaba en una entrevista “¡Ningún patrocinio a las actividades artísticas! Todo tiene que mantenerse por sí mismo. Hay que seguir el principio mercantil del devora o muere”. Ambos son escritores admirables y han sobrepasado y vencido los vaivenes del gusto, pero sus opiniones ni su postura son dogmas para seguir, ni catecismo; son expresiones de hombres libres y que edificaron obra que conmovió y transformó a los seres humanos que los leyeron. Bernhard dijo también que “traducir” es asunto de criados; y no por ello se le juzga de mal escritor.

Las definiciones de arte son complejas, contradictorias, ambiguas y las diversas filosofías al respecto modifican su sentido. Sería arrogante dar una definición absoluta de arte y cultura, pero las tradiciones, la crítica diversa, la filosofía, la historia de las ideas y el acuerdo de las sensibilidades opuestas pueden aproximarnos a una noción o idea de lo artístico: H-G. Gadamer escribe: “Ninguna obra de arte se mide por su estar lista o dirigida para tal o cual objetivo”. Y añade: “la obra de arte tiene su verdadero ser en el hecho de que se convierte en una experiencia que modifica al que la experimenta”. Yo estoy de acuerdo y sugeriría además que el arte es una tradición dentro de la cultura de cualquier comunidad humana. A través de estas insinuaciones he querido hacer un preámbulo a las opiniones que he escuchado y que yo mismo he vertido en 20 tuits sobre el asunto de las becas a los artistas mexicanos, no austriacos.

1.—No hay arte sin libertad. Auxiliar a los artistas desde el Estado a través de un gobierno que los impulse económicamente no limita su libertad. Al contrario, hace a los creadores más independientes con respecto a la arbitrariedad económica (pero sólo en caso de que requieran ese auxilio).

2.—No es necesario rehacer el Fonca ya que es una de las pocas instituciones que medio funcionan bien en el país. Puede mejorarse y para ello lo prudente es escuchar propuestas serias y modificar las grietas
con tiempo y sabiduría. No cambiar todo a manotazos.

3.—El Estado y su gobierno no deciden quién es y quién no es artista. En la historia los artistas nunca han caminado todos en una misma dirección y, sin embargo, las artes y la cultura libres de dirección estatal o única han ayudado a la creación de sociedades más libres.

4.—El gobierno debe apostar por una reforma fiscal profunda y obtener fondos de quienes en verdad se han aprovechado de la pobreza y desamparo de este país. Eso hace la izquierda: equilibrar la riqueza, no lastimar y molestar a la comunidad artística. El Estado no es guía de la cultura o las artes, sólo vigila que en sociedades económicas tan
desleales e inequitativas como la nuestra las expresiones culturales no sean menospreciadas o su valor se determine por el puro interés económico.

5.—La retribución social en el Fonca es la obra misma que el creador lleva a cabo. El dinero que le otorgan es a cambio de que produzca bienes —intangibles o no—. Su obra vale y por ello son elegidos. Al exigir una retribución social el gobierno echa en la espalda de los artistas y creadores obligaciones que el gobierno mismo debe llevar a cabo con otros medios. Si quieren desplumar a alguien, que sea a los poderosos.

6.—La comisión o representación de cultura en el Congreso tiene la obligación de buscar el incremento económico para el impulso de la cultura y las artes. Ante las enormes riquezas acumuladas por unos cuantos y la obscena diferencia en los bolsillos de los mexicanos —el 1% posee la mitad de la riqueza del país— ¿cómo se puede siquiera pensar en restar gasto a la cultura o suspender becas, etc...?

7.—Los funcionarios de la Secretaría de Cultura y del Fonca —dotados de un mandato gubernamental— tienen que ser buenos administradores, conocedores del tramado jurídico y trabajar para los artistas, no para los gobiernos.

Y si doy opinión es porque me la han solicitado. A mal árbol se arriman. Soy simpatizante de los gobiernos socialistas, no militante. Y soy el sol de mi propio destierro, diría Lugones. Sólo ruego que se organicen bien y me “dejen vivir en paz” mientras la muerte se pregunta “¿Cuándo podré, por fin, llevármelo a casa?”

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